Departamento de Cultura y Política Lingüística

183. Ermita de San Bartolomé (Ordizia)

ETAPA 3: TOLOSA • ZEGAMA

Ermita de San Bartolomé, ¿cuna de Ordizia?

La ermita de San Bartolomé se encuentra situada a orillas del río Oria en el antiguo camino que lleva a Lazkao, en el lugar que los documentos más antiguos denominan Ordizia. Ubicada a una cota inferior al núcleo de la villa de Villafranca (llamada así al recibir el villazgo en 1268 por Alfonso X de Castilla) quedó extramuros y a día de hoy está separada del núcleo central por la vía del tren construida a finales del siglo XIX. La tradición recoge que el núcleo original de Ordizia se hallaba en las inmediaciones de la ermita, afirmando que ésta constituía la iglesia parroquial de ese núcleo primitivo, convirtiéndola así en la primera iglesia existente en la localidad.

Recientes investigaciones arqueológicas parecen confirmar la leyenda, con el hallazgo de sepulturas y otras evidencias que nos sitúan en una época anterior a la fundación de Villafranca, por lo que, al menos, sabemos que la ermita de San Bartolomé hunde sus raíces en la Plena Edad Media. Aún quedaría por corroborar si el núcleo donde se asienta el casco histórico estaba o no poblado antes de 1268.

No obstante, la primera mención documental de la ermita data del año 1505 y se trata del testamento de Juan de Ysasaga quien fue repostero de camas de la reina Juana I de Castilla. Otra mención posterior, correspondiente al año 1509, recoge que la Cofradía de Santa Ana aprobó en ella sus ordenanzas, en la que denomina Iglesia de San Bartolomé de Herdizia, lo que demuestra que tras la fundación de Villafranca y la construcción su iglesia, la de la Asunción de Nuestra Señora, más de 200 años después, la ermita de San Bartolomé continuaba teniendo un gran arraigo entre los ordiziarras. Con la construcción de casas y huertas en derredor de la ermita, acabó convirtiéndose en un importante centro de reunión donde se celebraban misas, además de ferias y fiestas.

Su importancia empezó a decaer a partir del siglo XIX, cuando se produjo el traslado del cementerio al entorno de la ermita, convirtiéndose en lugar de retiro. Tal traslado responde a las políticas de sanidad llevadas a cabo por los monarcas Carlos III y Carlos IV, optando por trasladar los restos funerarios desde la iglesia de Nuestra Señora de la Ascensión, en cuyo interior se llevaban a cabo lo enterramientos anteriormente, a un lugar más alejado del núcleo con el objetivo de evitar posibles contaminaciones del subsuelo y sus aguas. Su mayor decadencia se dio a partir de 1813, en el contexto de la Guerra de la Independencia, cuando los franceses en su huida hacia Francia dieron fuego a la ermita, quedando esta en estado de abandono hasta su reconstrucción en 1856.

La ermita

La ermita de San Bartolomé no presenta la orientación convencional Este-Oeste, generalizada en los templos desde tardorromana, sino que se dispone en dirección Sur-Este, aproximadamente. De planta rectangular, sus muros presentan fábrica de mampostería con cadenas esquineras de sillar, y una cubierta a tres aguas. Tanto en su lado exterior como en el interior los muros se encuentran enlucidos, a pesar de que en gran parte de los muros exteriores la ha perdido aunque quedan algunos restos del enlucido. En su fachada principal se abre una puerta dovelada con arco de medio punto junto a la cual está dispuesta una aguabenditera. La fachada es coronada por una pequeña espadaña que alberga una campana, posiblemente trasladada al lugar, por su desproporción con respecto a la estructura en la que se asienta. En el presbiterio se abre un pequeño vano de arco termal.

En su interior la ermita presenta una cubierta de bóveda de cañón y una cornisa que recorre perimetralmente el interior del templo. A ambos lados del presbiterio se abren dos ventanas, que junto con el del arco termal y la puerta de acceso son los únicos puntos donde la luz natural alumbra el interior. El altar, separado del resto del recinto por un comulgatorio de hierro forjado, alberga en un nicho la figura de San Bartolomé flanqueado por pinturas de la Virgen y San José con el Niño Jesús.

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