| 4.1.5.1. OCIO Introducción El ocio se define frente al trabajo. Así, ha de considerarse ocio todo aquel espacio o ámbito de actividad que queda fuera del tiempo de trabajo, o de estudio en el caso de muchas personas jóvenes. Desde esta consideración de lo que es el ocio ha de concluirse que existen infinidad de maneras de disfrutar del ocio o de emplear el tiempo de ocio. Plantear la cuestión del ocio en el contexto del Plan Joven supone analizar qué tipos de ocio se están dando actualmente entre las personas jóvenes y, sobre todo, cuál debe ser el papel de la administración respecto a las diferentes propuestas existentes. Bajo esta última cuestión, subyace la necesidad de clarificar posturas en relación con las diversas versiones de ocio, desde las más íntimamente relacionadas con el consumo hasta aquellas planteadas desde una clave colectiva y transformadora de la realidad. Se trata, sin duda, de un debate clave que también debe ser afrontado desde la perspectiva integral que supone el Plan Joven II. La concentración del tiempo de ocio El primer elemento a destacar a la hora de hablar del tiempo de ocio y de los usos que se hacen de ese tiempo es, por una parte, la constatación de una fuerte tendencia hacia la concentración del tiempo de ocio, tendencia que se da en varias escalas, y que se aprecia, en un primer nivel, en el desplazamiento del tiempo de ocio hacia los fines de semana; en un segundo nivel de concentración, hacia el sábado; y, en un tercer nivel, hacia determinadas horas de la noche y la madrugada. En este sentido, el tiempo de ocio durante el resto de los días adquiere cada vez mayor carácter instrumental (tiempo de aprendizaje de idiomas u otro tipo de actividades formativas complementarias dirigidas a una utilidad determinada). Diferentes formas de ocio relacionadas con el consumo Por otra parte, y de manera paralela a lo anterior, también es apreciable la aparición de distintos tipos de ocio que precisan de un renovado enfoque a la hora de interpretar lo que está aconteciendo. Se trata de formas de ocio nocturno, del ocio desarrollado en grandes superficies, el ocio ligado a las nuevas tecnologías (como el llamado “ocio electrónico”), la televisión, etc. En su gran mayoría, son formas de ocio relacionadas principalmente con el consumo. En definitiva, se considera necesario abordar un debate social dirigido a analizar estos diferentes tipos de ocio relacionados con el consumo, teniendo en cuenta, además, que las personas jóvenes, según el diagnóstico realizado a nivel europeo en el Libro Blanco de la Juventud, se ven a sí mismas como el objetivo de unas fuerzas comerciales que intentan influir en su comportamiento como consumidoras.
Ante la evidente imposibilidad de competir con los intereses de un mercado que dirige una potente oferta de ocio juvenil acogida de forma entusiasta por la gente joven, se propone una estrategia de sensibilización del colectivo juvenil hacia un consumo más crítico y consciente de su ocio a través de campañas, programas educativos y servicios de información y atención. Con ello se persigue fomentar un ocio de carácter más participativo, sin caer en el error de pretender que sea incompatible o antídoto del "ocio consumo", ya que es posible desarrollar durante un espacio de tiempo un tipo de ocio comprometido y solidario y en otro sumergirse en una modalidad de ocio más relacionada con el consumo. El tipo de ocio participativo de mayor relevancia es, sin duda, aquel que se desarrolla en torno a determinados ámbitos asociativos, como es el movimiento educativo de tiempo libre, especialmente dirigido a la infancia y la adolescencia. Así mismo, el asociacionismo vehiculiza un gran potencial transformador, al tiempo que tiene un papel mediador clave como canal a través del cual las personas jóvenes hacen oír su voz en las instituciones. Según los datos del estudio "Juventud Vasca 2000", el 42% de la juventud vasca pertenece a algún tipo de asociación (aproximadamente la mitad de esas personas jóvenes asociadas pertenece a entidades deportivas). A pesar de que existe un gran número de asociaciones, no es posible hablar del tejido asociativo actual en términos de fortaleza. En este contexto de relativa debilidad, cobran cada vez mayor importancia tipos o modalidades asociativas más instrumentales, relacionadas con un planteamiento más personal que colectivo, en los que se establece un tipo de relaciones que no exige un gran nivel de compromiso. Se constata, además, la aparición de un “asociacionismo informal” compuesto por grupos o cuadrillas que se organizan, alquilan un local y gestionan un espacio propio de ocio. Estas nuevas formas de participación social, aunque por su propia naturaleza son de difícil conocimiento y estudio, pueden ser un “germen” del tejido asociativo. En cuanto a la participación dentro de las asociaciones, se constatan diferentes grados de compromiso; así, junto a una importante masa de personas voluntarias dispuestas a dedicar parte de su tiempo en actividades asociativas diversas, hay un núcleo más reducido de personas asociadas con altos niveles de responsabilidad e implicación. A este hecho se añade la fuerte tendencia hacia la profesionalización de determinados tipos de asociaciones, derivada en parte de la posibilidad de prestación de servicios de forma remunerada consecuencia del auge del denominado tercer sector. Respecto a este proceso de profesionalización dentro de la actividad asociativa, hay que destacar el potencial de consolidación y continuidad que pueden darle las figuras profesionales a los proyectos asociativos juveniles, además de proporcionar una vía de empleo para gente joven. Sin embargo, es importante apuntar que estos procesos de profesionalización y gestión mixta entre profesionales y voluntariado son complejos, por lo que deben ser guiados y apoyados para que se produzcan de forma adecuada y evitar, así, desvirtuar los proyectos, la participación voluntaria y el sentido asociativo. Todo ello contribuye a configurar una realidad asociativa diferente, que provoca la necesidad de abordar de una manera distinta las relaciones entre administración y mundo asociativo. En este sentido, la actual relación de desconfianza existente entre administración y tejido asociativo ha de transformarse y madurar hacia formas de relación basadas en el conocimiento y la confianza mutua, como los acuerdos o convenios. En este proceso la iniciativa debe partir, sin duda, de la administración. La relación existente hasta ahora se ha basado principalmente en la gestión de determinados programas y no ha aprovechado suficientemente la gran capacidad y el conocimiento acumulado en el mundo asociativo para trabajar dimensiones más amplias. Por otra parte, considerando que el asociacionismo constituye actualmente una de las principales formas de ocio participativo, debe tenderse hacia la asunción por éste de cada vez mayores cotas de participación en programas concretos, para lo cual la administración deberá dar los primeros pasos de acercamiento superando su actual actitud paternalista y, por otra parte, el tejido asociativo deberá ser capaz de realizar propuestas novedosas y atractivas. Por ello, han de ponerse los medios necesarios para conocer la realidad asociativa en orden a diseñar políticas fiscales, de infraestructuras y servicios dirigidas al fomento del asociacionismo y buscar fórmulas adecuadas de engranaje entre la administración y el tejido asociativo. La importancia de los servicios En primer lugar, se apunta la necesidad de llevar a cabo una estrecha colaboración entre administración y agentes sociales y entre los mismos agentes sociales a través del trabajo en red, para la prestación de servicios a las personas jóvenes. Por otra parte, se destaca la importancia de los equipamientos abiertos a posibilidades de gestión y participación juvenil. En este sentido, la clave está en el contenido que habrá de darse a este tipo de infraestructuras, lo cual requiere un previo conocimiento de las demandas actuales, de cara a poder elaborar una correcta tipología de equipamientos adecuada a tales demandas. Otro aspecto a considerar es la necesidad de impulsar una mejora en la recogida y divulgación de la información destinada a asociaciones y a individuos, lo que implica la apuesta por una línea de actuación basada en la comunicación, la coordinación y el reparto de tareas entre todos los niveles de la actual red de información, así como en la formación y reciclaje continuado del personal informador, a fin de garantizar la divulgación de la información a todas las asociaciones y personas interesadas. Por último, se evidencia la necesidad de desarrollar los planes de los servicios de juventud forales y municipales como instrumentos que vayan más allá de la existencia de servicios de juventud, así como la de determinar claramente las competencias en cada área. Esto último supone redefinir las áreas de juventud y determinar su estructura organizativa. El reparto de responsabilidades La relación actual entre administración y agentes sociales se da sobre todo en el nivel de la gestión de programas de titularidad pública. Salir de este esquema y tender hacia fórmulas de convenio en las que las relaciones se planteen desde el punto de vista de mayor igualdad es complicado en un contexto actual dominado por la desconfianza de ambas partes. Por un lado, la administración se muestra recelosa a perder el control sobre sus actuaciones y, por otro, el tejido asociativo, debido a su tradición contestataria y reivindicativa, desconfía de las iniciativas institucionales. Por otra parte, no puede obviarse la incidencia de la estigmatización de determinadas capas asociativas en un contexto altamente politizado, lo cual constituye otro obstáculo para el acercamiento. En esta situación, la administración parece haber optado por fórmulas de relación caracterizadas por el paternalismo y el intervencionismo, mientras que el tejido asociativo se ve inmerso en una dinámica rutinaria en la que rara vez se producen propuestas novedosas.
Una lectura general del diagnóstico lleva a establecer las siguientes conclusiones:
El diagnóstico realizado sugiere el establecimiento de varios objetivos generales relacionados con el asociacionismo, el ocio en sus diferentes modalidades y los servicios e infraestructuras necesarios:
Se marcan tres líneas de intervención prioritarias: Línea de intervención 5.1.:Fomento
del asociacionismo juvenil y el ocio participativo |