| 4.1.2.2. EDUCACIÓN Introducción Elaborar un diagnóstico de la situación de la juventud desde el prisma de la Educación supone sumergirse en el complejo proceso de la socialización del individuo. Un proceso largo e intrincado en el que toman parte diferentes agentes sociales, entre los que sobresalen -por su papel relevante- la familia, los grupos de pares, los medios de comunicación, infinidad de agentes sociales de muy diverso tipo y, por supuesto, la propia escuela. Un proceso que, fruto de los múltiples cambios acontecidos en la estructura y dinámica social, ha sufrido notables transformaciones en los últimos tiempos, y cuyas características o consecuencias merecen un debate o reflexión en profundidad. Los cambios que se han registrado en los últimos años en la vida comunitaria, en el grupo doméstico, en el sistema educativo, en el uso de las más avanzadas tecnologías de la información, en el mundo laboral, etc. han alterado las pautas, mecanismos y procesos de socialización de las generaciones jóvenes más allá de lo que en muchos casos cabría esperar. Esta situación ha dado lugar a escenas de confusión en las familias, la escuela o la administración, y provocado una intensa búsqueda de explicaciones y respuestas sobre actitudes o comportamientos juveniles inesperados o novedosos. Parte de los discursos generados como consecuencia de esta situación crítica subrayan la existencia de un progresivo proceso de delegación de las responsabilidades socializadoras de la familia en el centro escolar. Un ejercicio de delegación que, efectivamente, el profesorado y las direcciones de centros confirman y, en muchos casos, critican. Paralelamente, la comunidad más próxima al individuo -el barrio o el municipio- manifiesta frecuentemente su queja respecto a la calidad de la educación que reciben las personas jóvenes, sin reparar muchas veces en la función esencial que el espacio local y cercano al individuo ha jugado tradicionalmente en la socialización y educación de sus nuevos ciudadanos y ciudadanas. Estas y otras consideraciones pueden ser escuchadas con cierta frecuencia en las reflexiones o debates en torno a la juventud y están muy relacionadas con la elaboración de un proyecto futuro de sociedad. Parece evidente, por lo tanto, que juventud, educación y futuro son aliados que caminan juntos. Esta circunstancia obliga a un debate continuo sobre la socialización de los individuos y sobre la función, atributos y cometidos de los distintos agentes sociales implicados en este ejercicio. Un debate y reflexión que no puede plantearse sino de forma conjunta. Esto es, la apuesta consiste en la búsqueda de fórmulas que garanticen un mínimo de coherencia entre los distintos ámbitos, mensajes y prácticas presentes en la socialización de las personas jóvenes. En este debate, que ya se viene produciendo, se da una fuerte presión, incluso mediática, sobre el sistema de educación, situándolo como principal responsable de problemas muy graves que aquejan a nuestra sociedad. En este sentido, es labor del Plan Joven el situar exactamente las responsabilidades del sistema educativo y sus límites de actuación en cuestiones como la transmisión de los valores básicos necesarios para la convivencia social, lo que supone no perder de vista cuestiones como las tendencias detectadas en padres y madres hacia la excesiva delegación en el sistema educativo de responsabilidades que competen a ellos y ellas. Un proyecto común de trabajo debe desarrollar, entre otros aspectos, la participación de la familia en la escuela, la participación de la escuela en el entorno y viceversa, y la presencia de la empresa, el municipio y las asociaciones en la misma escuela, colaborando y sin invadirse los ámbitos de actuación. Se trata, pues, de hacer que confluyan los proyectos educativos formales, los no formales y los informales desde una perspectiva de largo plazo, ya que las competencias necesarias se adquieren desde estos tres sistemas . En este sentido, tal y como apunta el Libro Blanco europeo, las asociaciones juveniles, los y las trabajadoras sociales y los ayuntamientos han llevado adelante un importante trabajo en distintos países de la UE que sería necesario aprovechar e impulsar. Si la socialización de las generaciones más jóvenes tiene como objetivo procurar su inserción en la dinámica social, la dinamización de los mecanismos de participación debe de ser uno de los aspectos prioritarios. En este sentido, lo mismo que la familia busca la integración en el entorno al que pertenece, la escuela debe trabajar para que la formación académica y personal del alumnado sea reflejo de las necesidades y de la realidad del entorno. Un entorno que, a su vez, también está obligado a buscar los mecanismos de inserción en lo educativo, para facilitar que las personas jóvenes terminen integrándose en la comunidad. En este sentido, el reto de la escuela iría más allá de su cometido académico o formativo, entendido de forma estricta, asumiendo una labor educativa en el sentido más amplio de la palabra. El reto significa también procurar una educación que promueva el respeto a las diferencias y tienda, por lo tanto, a la identificación y erradicación de las desigualdades, factor indispensable para promover una integración de los individuos en la sociedad. El entorno Si ha de lograrse que el centro escolar sea más que un lugar en el que se enseña o se transmiten determinados conocimientos, el primer elemento a analizar es la relación que se establece entre el centro y su entorno. Es necesario asegurar un mayor conocimiento por parte de las personas jóvenes de su propio entorno, circunstancia que a su vez posibilitaría una mayor identificación y vinculación con el mismo y una mejor integración. El tipo de relación que se establece viene condicionada, en un primer lugar, por lo que se entiende por “entorno”. En este sentido, en los últimos años se han venido dando cambios de gran magnitud que han ampliado el concepto de entorno superando lo más cercano e inmediato, e incluyendo dentro de esta idea realidades nuevas, como la europea. En este sentido, Europa se configura como un nuevo espacio en el que se desarrolla la ciudadanía. Relacionado con esto, un aspecto que necesita de un especial impulso es la presencia efectiva de la Administración Pública vasca en los foros europeos donde se debaten y deciden temas de juventud, mediante la articulación de los mecanismos adecuados fruto del acuerdo de las administraciones competentes, tanto para dar a conocer qué estrategias se están siguiendo para combatir graves problemas (la exclusión social, el paro juvenil, etc.), como para poder aportar la experiencia propia. Este nivel de intercambio presenta actualmente un déficit. Relación entre el centro y el entorno Aproximar el centro al entorno es, efectivamente, una de las maneras de lograr integrar el conocimiento de la realidad en el quehacer educativo; sin embargo, ésta no es la única forma de conseguirlo. Esta apertura ha de incluir, asimismo, la posibilidad del sentido contrario, a saber, la posibilidad de la entrada de la realidad del entorno en el centro. La cuestión de la apertura del centro al entorno ha sido tratada hasta ahora desde una visión del centro como equipamiento infrautilizado con grandes potencialidades de uso. Así, se observa la existencia de recursos, como salas de ordenadores, bibliotecas, equipamiento deportivo, etc., que son susceptibles de ser aprovechados por la comunidad fuera de los horarios lectivos. Los centros de primaria, de responsabilidad municipal, ya llevan algún tiempo trabajando en esta línea, que también se establece como estímulo y aliciente en los centros en los que se ha sufrido un cierto descenso en las matriculaciones. Sin embargo, los centros de secundaria, responsabilidad del Gobierno Vasco, se muestran más cerrados a esta posibilidad por varios motivos, entre los que destacan la escasez de recursos que efectivamente permitirían que esta apertura pudiera producirse, y las resistencias por parte de los mismos centros, originadas en gran medida por el miedo a una cierta pérdida de control sobre el centro y la distribución de las responsabilidades frente a los posibles problemas derivados de dicha apertura. Deberá darse, pues, un acuerdo básico entre los agentes relacionados con la apertura de los centros, como el Ayuntamiento, el Gobierno Vasco, los agentes sociales (movimiento asociativo local) y los mismos centros, así como una normativa que ampare e impulse este tipo de iniciativas. La necesidad de fijar como objetivo la apertura del centro desde esta perspectiva es manifiesta, pero, además, y de manera paralela, es deseable plantear también un concepto de apertura más ligado a enriquecer la labor educativa desarrollada por el centro, se trata de la apertura del centro en horario lectivo. Bajo esta propuesta subyace la necesidad de que se produzca una verdadera integración entre el espacio educativo y el espacio social, lo cual supone un importante cambio en la concepción del centro escolar, que pasaría de ser un espacio que en horario lectivo permanece impermeable a la realidad del entorno a un lugar en el que se introduce el concepto de educación en cuestiones como el tiempo libre, el deporte, el consumo, la diversión, etc., ámbitos no abordados en toda su dimensión desde el centro educativo. Se trata de aumentar la presencia de la realidad no escolar dentro del centro por medio de la participación de agentes externos que tienen mucho que aportar a la formación integral del alumnado. Un objetivo que ha de fijarse es la búsqueda de fórmulas para una mayor participación de las administraciones locales y/o asociaciones en el centro, una mayor colaboración con las asociaciones de tiempo libre, en la apuesta por el desarrollo de órganos y estructuras funcionales que trabajen en la relación entre el mundo educativo y el entorno (entendido éste en el sentido amplio) y, en general, la dotación de medios que posibiliten la puesta en marcha de programas de cooperación entre el entorno y el centro. Finalmente, y a pesar de la innegable importancia que tiene la necesidad de conocer el entorno en toda su dimensión, ha de tenerse en cuenta que en una sociedad como la actual, en la que los cambios se suceden a una enorme velocidad y en la que la movilidad geográfica se ha convertido en algo habitual, el conocimiento ha de completarse con el desarrollo de una habilidad clave en la sociedad moderna: la capacidad de adaptación o, más exactamente, la capacidad de aprender a aprender. En este sentido, si el desarrollo de la capacidad para comprender la realidad desde una visión crítica siempre ha debido ser uno de los principales objetivos de la labor educativa, este objetivo se convierte en la actualidad en estratégico en una sociedad muy globalizada y en la que el cambio pasa de ser la excepción a convertirse en regla y constante. La importancia de los valores El conocimiento del entorno en su vertiente más social y política toca de lleno en la cuestión de los valores. Los valores están fuertemente ligados a la forma de sociedad que tenemos. La capacidad crítica, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, la libertad, la resolución dialogada y participada de los conflictos, la postura ante diferentes expresiones de violencia (política, sexista, etc.) forman parte de una educación cívica, social y política del individuo que debe ser abordada desde la perspectiva de la educación en valores. Se trata de un objetivo que parte de una intensa reflexión en torno a la necesidad de promover un consenso social en la definición de los valores básicos, y en la delimitación de las funciones de los diferentes agentes socializadores en la transmisión de estos valores. Asimismo, la reflexión sobre la violencia juvenil vasca, y de manera relacionada la "kale borroka", ha tenido un hueco importante dentro de la reflexión y el diagnóstico de este apartado, dando lugar inclusive al diseño de acciones específicas que inciden en su vertiente preventiva. De su desarrollo ya se ha hecho mención extensa en el capítulo que incide en la violencia juvenil, tanto en el análisis del fenómeno como en el abordaje del mismo mediante la adopción de una serie de compromisos adquiridos por el Plan Joven en su conjunto. De ahí que en este capítulo únicamente se reflejan las ideas consensuadas sobre el tema de los valores respecto al ámbito educativo. En primer lugar, se subraya la necesidad de impulsar un debate serio en torno a los valores, empleando para ello todo el trabajo que se haya podido avanzar también por diversos agentes sociales. Un debate que debe alcanzar al conjunto de la sociedad, y de forma particular a los centros y al resto de los agentes implicados en la comunidad educativa. Un debate que sirva para reflexionar sobre los distintos valores y sus consecuencias en el centro escolar, la familia y la comunidad y que aborde el actual relativismo que extiende la idea de que no existen valores de referencia que guíen los comportamientos vitales. Parece necesario definir y trabajar en la puesta en funcionamiento en los centros escolares de programas específicos de educación en valores, con todos los medios necesarios para su desarrollo. Programas de educación en valores que deberán partir de unas directrices claras y que necesitarían incluir la delimitación de responsabilidades en la práctica formativa, así como la ayuda en la preparación del profesorado y del resto de agentes sociales implicados. En este sentido, resulta un gran apoyo todo el trabajo de educación en valores realizado desde el movimiento asociativo, al que se deberá dar entrada de algún modo en el centro escolar. Apuntar también que la promoción y desarrollo de la educación en valores significa trabajar en la búsqueda de una clara coherencia entre el mensaje sobre los valores y la organización, estructura o disciplina de los centros educativos. En este sentido, la escuela debe asumir, entre otros aspectos, el fomento del diálogo, la tolerancia, la coeducación, la práctica autocrítica, la formación de un alumnado con un criterio propio e independiente, la transmisión por medio de la propia actitud del profesorado de los valores que se pretende potenciar, y la necesidad de impulsar la relación entre el centro y el contexto local como fórmula para romper con la imagen de la escuela como ente "neutral" y desconectado del entorno. Así, una de las condiciones necesarias para trabajar la educación en valores es integrar los valores a potenciar como criterios de funcionamiento del centro. La participación como valor El diagnóstico también señala la necesidad de promover la participación activa de la juventud como valor a trabajar, es decir, impulsar actitudes más participativas entre las personas jóvenes, aspecto fundamental para su integración social, ya que desarrollar la participación en la educación refuerza el sentimiento de ciudadanía. En este sentido el centro educativo se presentaría como un espacio privilegiado en el que poder "ensayar" y practicar diferentes fórmulas de participación. Las dinámicas de participación en el centro escolar promueven una actitud activa frente a las cuestiones que atañen al alumnado y educa y entrena en dinámicas participativas ajenas al ámbito educativo. Por otra parte, las dinámicas de participación suponen compromiso y, por lo tanto, responsabilidad, valores a impulsar desde el ámbito educativo. Consecuentemente, se apunta como objetivo trabajar en la creación y consolidación de modelos organizativos dentro del centro educativo que promuevan y motiven a la participación. Estos modelos deberían buscar la superación de inercias y trabajar las posibilidades de modificar los actuales patrones de participación del profesorado, alumnado u otros miembros de la comunidad educativa, situando como objetivo la definición de un modelo que permita una dinámica más participativa de la comunidad educativa, especialmente de las personas jóvenes. En la misma línea, se plantea la conveniencia de desarrollar la dinámica participativa del centro más allá de su propio ámbito, impulsando la labor del centro como transmisor de diferentes experiencias, iniciativas y alternativas. De esta forma el centro se convierte en plataforma informativa y dinamizadora de otras experiencias y propuestas de participación existentes en su entorno. Un último aspecto relacionado con la promoción de los valores participativos entre la juventud nos remite a la necesidad de promover un auténtico clima de convivencia en el interior de los centros escolares. Idea que guarda relación con la toma de decisiones en torno a múltiples aspectos de la vida escolar, como los horarios, el desarrollo curricular y las actividades escolares, entre otros, al tiempo que plantea la conveniencia de trabajar en el diseño de modelos dialogantes de resolución de conflictos, así como en el respeto a las normas y a la promoción del trabajo cooperativo. Desigualdad y diversidad El tratamiento de la desigualdad social y la diversidad es otro de los elementos que requiere de especial atención por parte del Plan Joven en tanto que guarda estrecha relación con valores como la tolerancia y la igualdad. Ambos elementos, desigualdad y diversidad, son el claro y el oscuro de una realidad: la diferencia. En el caso de la desigualdad, la diferencia adquiere un carácter negativo en la medida en que apunta a la dificultad de acceso a recursos básicos como la cultura, el trabajo, la vivienda, etc. que deben tener un abordaje desde la perspectiva educativa. La necesaria toma de conciencia sobre las desigualdades presentes entre las personas jóvenes debe ser acompañada, así, de una apuesta firme por el desarrollo de acciones positivas que detecten y actúen sobre los colectivos afectados por situaciones de desigualdad y discriminación. Paralelamente, se subraya la necesidad de actuar desde el origen de las desigualdades sobre la base de un criterio de compensación, e intentando incrementar las oportunidades de las personas jóvenes en condiciones más difíciles de inserción social y laboral. Por otra parte, la diversidad constituye una forma de diferencia positiva y enriquecedora que tiene que ver con la tolerancia hacia las diversas propuestas culturales que han de convivir en una relación armónica y la consideración de la diversidad de capacidades que han de ser complementarias, evitando así fenómenos como el tan extendido fracaso escolar y otros problemas del sistema educativo. El acento en los elementos positivos de la diversidad ha de evitar que ésta desemboque en desigualdad, y es que un inadecuado tratamiento de la diversidad puede situar a los individuos diferentes en situaciones de riesgo de exclusión. El reparto de responsabilidades A pesar de que la administración reconoce que la aportación que pueden realizar los agentes sociales al profesorado es muy valiosa, en la práctica se observa que ésta tiene grandes dificultades para articular la relación que mantiene con un mundo asociativo muy diverso. Puede decirse, así, que el papel de la administración en materia educativa es prácticamente hegemónico, reduciéndose la colaboración en la mayoría de los casos a las fases finales de las actuaciones, con escasa o nula incidencia en las iniciales (reflexión, diseño y elaboración). Así, aunque existen experiencias muy positivas (convenios con asociaciones de jóvenes educadores/as y psicólogos/as, escuelas infantiles de titularidad municipal en gestión indirecta, aportaciones de material didáctico por agentes sociales o actividades realizadas por las APAs), es necesario un profundo cambio en la cultura de colaboración entre administración y agentes sociales. Es evidente que la principal responsabilidad recae en la administración, pero ésta debe garantizar también una buena comunicación con los agentes sociales. Por otra parte, y tal como se ha recogido en el diagnóstico, el papel de los agentes sociales en el impulso de los valores es de suma importancia.
-Valores como la participación, la solidaridad con quienes están en situación de desigualdad social y el respeto a la diversidad se constituyen como ejes prioritarios a abordar desde esta área de Educación.
El principal objetivo que ha de fijarse desde el ámbito de la Educación en el contexto del Plan Joven es el de contribuir a la socialización del individuo joven tanto desde la perspectiva de la adquisición de conocimientos como desde la perspectiva de la consecución de las habilidades necesarias para garantizar la integración social, valiéndose para ello del trabajo conjunto con los agentes sociales. Este objetivo general se concreta a su vez en varios objetivos de carácter concreto: Líneas de intervención Los objetivos marcados sugieren el establecimiento de cuatro líneas de intervención. Línea de intervención 2.4.:Impulsar
en los centros de Educación la educación en valores |