| 2.1. LOS VALORES EN EL PLAN JOVEN II Los valores son componentes inevitables de la realidad social y son un elemento constitutivo de la realidad personal. Son cualidades que permiten acondicionar el mundo y hacerlo habitable, porque un mundo injusto, insolidario y sin libertades no reúne las condiciones mínimas de habitabilidad. El acelerado proceso de cambio en el que está inmersa la sociedad actual modifica también rápidamente determinadas valoraciones y normas sociales, con lo que valores tradicionales coexisten con valores nuevos o, cuando menos, con viejos valores que adquieren una renovada relevancia. La existencia de diferentes visiones o puntos de referencia desde los cuales interpretar el mundo puede producir y, de hecho, produce conflictos intergeneracionales, ya que los valores de las nuevas y los de las viejas generaciones pueden resultar contradictorios y chocar frontalmente. Por otra parte, en la sociedad actual existe también una marcada tendencia hacia la relativización de los valores en función de intereses personales o grupales, llegando fácilmente a la conclusión de que no existen valores de referencia que orienten la vida y guíen los comportamientos y la vida en común. Hacia una definición de valores Los valores son proyectos ideales, creencias, opiniones personales construidas socialmente que contribuyen a orientar la conducta, la personalidad y, en definitiva, la vida. El valor no es sólo el concepto de lo preferible y de lo ideal, es también un sistema de interpretación y atribución de significados a los hechos y experiencias de la vida humana. Cuando se afirma que los valores son proyectos globales de existencia, opciones preferenciales libres y personales entre diversas formas de vivir en sociedad, esto supone que la elección de un valor siempre lleva la negación de otras opciones o alternativas. Uno de los objetivos del Plan Joven II es, sin duda, la promoción de aquellos valores que constituyen el marco mínimo de referencia de la actuación. En este sentido, es más importante lanzar aquellas propuestas encaminadas a hacer patentes los distintos valores en positivo que luchar contra los denominados “contravalores”; así, por ejemplo, al trabajar contra la intolerancia se correría el riesgo de promover ésta en vez de la tolerancia como valor. Adherirse a un valor significa hacer una opción que afecta a la manera de actuar y de comportarse. Es más, la persona que opta por unos determinados valores y actúa de acuerdo con ellos da significado a su vida, ya que los valores inspiran sus juicios y sus conductas. Por otra parte, tal opción debe poder concretarse en situaciones determinadas, más allá de declaraciones de intenciones con relación a valores en un nivel abstracto.
El establecimiento de objetivos y prioridades de actuación en cualquier ámbito de la vida está, inevitablemente, cargado de un componente valorativo. No es posible fijar objetivos sin partir de una visión de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es deseable y lo que ha de evitarse. En definitiva, fijar un punto de llegada está directamente relacionado con la definición del punto de salida. En este sentido, el Plan Joven II, como pretensión de marcar las políticas de juventud de la CAV para los próximos años, no está exento de componentes valorativos. De alguna manera, es preciso que este proyecto parta de una fuerte base de valores, precisamente porque sin estos cimientos difícilmente sería capaz de ir más allá de la elaboración de un diagnóstico “neutral” y meramente descriptivo de la situación de las personas jóvenes. Sin duda, la ambición del Plan Joven II va mucho más allá, ya que pretende no sólo describir la situación de la juventud sino, lo que es más importante, decir qué ha de hacerse para mejorarla. Así, el Plan Joven II ha de comprometerse con unos determinados valores. Pero tal y como se apuntaba, en la sociedad actual, una sociedad en la que el cambio ha dejado de ser la excepción para pasar a ser la regla, es complicado fijar una base firme que permanezca ante tanta transformación y perdure. La cuestión de los valores se ve directamente afectada por esta realidad. Ante la constatación de que, por una parte, el Plan Joven II debe “fijar su punto de salida” para determinar con exactitud “su punto de llegada” y que, por otra, la elección de este punto o base valorativa no es fácil y siempre supone adentrarse en un terreno muy resbaladizo, se hace necesario analizar la cuestión de los valores desde una perspectiva, ante todo, operativa. Es decir, no se trata tanto de disertar sobre cuáles son los valores universalmente válidos (si es que tales valores existen) y aplicables en todo contexto sino, más bien, de identificar aquellos valores que guíen la acción del Plan Joven para mejorar la calidad de vida de las personas jóvenes en cinco ámbitos muy concretos: el trabajo, la educación y la formación, la vivienda, la salud y acción social, y el ocio y la cultura juvenil. El abordaje de la cuestión de los valores ha de ser, pues, transversal y coherente con esas áreas. A la hora de seleccionar la base valorativa del Plan, se ha optado por nutrirse de tres fuentes básicas. La primera de ellas es la que proviene de una mirada al entorno sociopolítico en el que nos encontramos en la actualidad. Se trata del entorno europeo. Una mirada rápida a la base valorativa de las políticas de juventud del marco europeo lleva a considerar especialmente dos valores: el valor de la integración y el valor de la participación. La importancia del valor de la integración desde la igualdad queda recogida ya desde el mismo Tratado de Constitución de la Comunidad Europea en su artículo 13 cuando se afirma que no podrá discriminarse a nadie “...por motivos de sexo, de origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual”. Por otra parte, el valor de la participación se encuentra promovido igualmente desde el marco europeo de actuación, en el que se subraya la importancia de la participación de la sociedad civil (“Participación y sociedad civil”, Informe de la mesa redonda “Nuevas formas de participación de los/as jóvenes”, Berna (Suiza) 2000, del Comité Director Europeo para la Cooperación Interdepartamental en el ámbito de la juventud en el Consejo de Europa). Un segundo punto de referencia a la hora de fijar los cimientos valorativos del Plan es la opinión de personas que, por las características de su trabajo o por su perfil profesional, son conocedoras con profundidad del mundo de los valores. Se trata de personas provenientes del mundo educativo que han reflexionado y elaborado documentos específicos para el Plan Joven, los cuales se han trabajado en todas las áreas. En opinión de estas personas expertas, además de los valores señalados, sería conveniente no perder la referencia del valor de la responsabilidad, de la solidaridad y de la diversidad. Así, pues, de la síntesis de ambas reflexiones, como punto de partida se analizan los valores de integración y participación, junto a los de responsabilidad, solidaridad y diversidad. Otro de los valores que debe impulsarse desde el Plan, y que está directamente vinculado con los anteriores, es, sin duda, el de la tolerancia. La tolerancia consiste esencialmente en el respeto de todas las diferencias expresadas por las distintas identidades de las personas y grupos que componen la sociedad. Es la supremacía del valor de las personas, de su dignidad, de sus características específicas; por lo tanto, implica consideración a sus opiniones, creencias o prácticas, aunque no se compartan, consideración que debe suponer el respeto de los derechos fundamentales de la persona. La tolerancia implica, por una parte, respeto hacia las creencias y opiniones en ámbitos como el de la religión, la política, la cultura, etc., y, por otra, respeto por las personas que son distintas por razones físicas, sociales o sexuales. El objetivo es promover una tolerancia activa, donde se arrincone todo tipo de actitudes excluyentes en nuestra sociedad. Es obvio que algunos de estos valores están estrechamente relacionados entre sí, ya que hablar de integración sin solidaridad o sin plantear la necesidad del respeto a la diversidad resultaría contradictorio; en definitiva, en ambos valores existe el trasfondo de la igualdad. Así, se opta por agrupar estos valores de la siguiente manera: igualdad (integración, solidaridad, diversidad y tolerancia), responsabilidad y participación. Tanto el Plan Joven I como el II se basan en la consideración del valor de la igualdad como uno de los valores básicos a promover. Igualdad en este contexto ha de entenderse como el reconocimiento de que las personas jóvenes tienen el mismo valor y derechos que las demás. Tiene, pues, una clara vertiente de solidaridad y, por tanto, de reconocimiento de la importancia de la diversidad y de la tolerancia en una sociedad en la que necesariamente han de convivir diferentes maneras de ver y entender la realidad. En este sentido, el Plan Joven manifiesta su respeto y compromiso por la libre opción de los y las jóvenes, en consonancia con los acuerdos adoptados en este tema por el Parlamento Vasco. Finalmente, igualdad e integración aluden a la misma necesidad: poder relacionarse en situación de igual a igual y en igualdad de condiciones. En la actualidad, y dada la situación de desventaja social en la que se encuentra el colectivo joven, igualdad se traduce en acción positiva hacia éste. He aquí, pues, uno de los pilares básicos del Plan Joven II. En segundo lugar, el valor de la participación también ha de considerarse como fundamental en la medida en que no es posible plantear ninguna actuación que pretenda incidir en el colectivo joven sin contar con él. La necesidad de la implicación de las personas jóvenes en la mejora de sus condiciones de vida se convierte en una de las piedras angulares del Plan Joven II sin la cual no quedaría más posibilidad que plantear actuaciones paternalistas. Por último, el Plan Joven II subraya la importancia del valor de la responsabilidad en sus diferentes manifestaciones, tanto en lo que concierne a aquellos agentes llamados a intervenir en materia de juventud como en lo relativo a las mismas personas jóvenes. Finalmente, es necesario valerse de un contraste que dote de fuerza y legitimidad a tales valores. Este contraste ha sido el trabajo de las 171 personas que han participado en el proceso de elaboración del Plan Joven II. El establecimiento de objetivos que se han marcado desde los nueve grupos de trabajo refleja claramente la importancia de los valores señalados. En este sentido, estos tres valores tienen claros reflejos a lo largo del Plan Joven II, ya que en todas sus áreas aparece plasmado alguno de ellos en un nivel muy práctico. La igualdad El Área I del Plan Joven II (Trabajo e inserción laboral) está impregnada del valor de la igualdad. Frases como “...potenciar la contratación de personas jóvenes...”, “Incorporación del criterio de empleo estable a personas jóvenes...”, “Apoyo a la incorporación de personas jóvenes...”, etc. denotan la gran importancia que adquiere en el Plan Joven II el valor de la igualdad por medio de la solidaridad hacia el colectivo joven y la necesidad de su integración. El valor de la igualdad en su vertiente de diversidad, tolerancia, solidaridad e integración también guía el planteamiento de parte del Área II (Educación y formación para el empleo). El tratamiento del problema de la inmigración y la necesidad de dignificar el trabajo de las personas inmigrantes y de contribuir a su formación deja de manifiesto un enfoque de trabajo que busca la igualdad con relación a los recursos que existen en la actualidad en materia de formación. El aspecto de la igualdad asociado a la tolerancia y al respeto a la diversidad impregna, asimismo, la reflexión que realiza el Plan Joven sobre la violencia juvenil, considerándose que la prevención de ésta desde la escuela debe realizarse fundamentalmente a través de la educación en valores. Este valor también queda patente en otras áreas como, por ejemplo, la V (Ocio y cultura juvenil), donde se proponen medidas concretas para facilitar el acceso a la cultura a colectivos desfavorecidos. Tras este planteamiento existe un intento de posibilitar un igual acceso a los recursos culturales de los que se dispone actualmente. La participación La participación también adquiere gran relevancia en el Plan Joven II. Además de existir acciones específicas que pretenden profundizar en los procesos de participación en los centros escolares, como es el caso de determinadas medidas del Área II (Educación y formación para el empleo), se considera necesario ampliar y ahondar en las dinámicas de participación de agentes sociales en todas las áreas del Plan, desde la consideración de que tal participación contribuye a profundizar en la democracia y a mejorar las medidas dirigidas a aumentar la calidad de vida del colectivo joven. La responsabilidad El valor de la responsabilidad está presente en varias áreas del Plan Joven II. En el Área III, Vivienda, se trabaja desde la perspectiva de la necesidad de que la persona joven adquiera mayores cotas de responsabilidad sobre su desarrollo vital. En este sentido el diagnóstico realizado parte del valor de la emancipación como un valor cuya plasmación práctica ha de ser facilitada por todos los medios posibles. Asimismo, la responsabilidad adquiere también una gran relevancia en áreas como la de Salud, en la que las labores de prevención y responsabilidad sobre los propios actos constituyen elementos fundamentales para la mejora de la calidad de vida de las personas jóvenes. En definitiva, el Plan Joven II ha pretendido ser
un foro donde queden de manifiesto aquellos valores que es necesario seguir
potenciando en la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria. |