Departamento de Educación

II Plan Joven

1.1.1. LAS PERSONAS JÓVENES Y SU REALIDAD SOCIAL

Desde las Ciencias Sociales se define la juventud como el tránsito entre la adolescencia y la madurez. El criterio más utilizado hasta la fecha para delimitar la etapa juvenil ha sido la escolaridad, más concretamente el período que va de la finalización de la educación obligatoria al término de la educación superior.

Desde una perspectiva más socioeconómica y próxima a la realidad juvenil actual, se hace necesario incorporar el criterio laboral como factor que delimita la separación entre la realidad del colectivo joven y el mundo adulto. El factor laboral es clave para una definición de la juventud acorde con una perspectiva sociológica en la que ser joven es entendido como un proceso de transición entre la plena dependencia económico-familiar y el logro de la autonomía económica y de la emancipación personal.

Las dificultades de incorporación al mercado laboral y de emancipación de las personas jóvenes explican, en gran medida, las causas de prolongación de la etapa juvenil hasta edades cada vez más tardías. La salida del núcleo familiar de origen para formar un nuevo hogar, unipersonal o familiar, es muy diferente al de hace tan sólo unas décadas, debido a las grandes dificultades de integración social que actualmente sufre la persona joven. La propia sociedad asume hoy en día, como un hecho habitual, la ampliación del período juvenil.

Tenemos, pues, el hecho de que la realidad que viven las personas jóvenes está fuertemente condicionada por el freno que supone el desempleo a su emancipación y las múltiples consecuencias que de ello se derivan a la hora de realizar su proyecto vital. Uno de los colectivos sociales que sufre de un modo especial el azote del paro y las dificultades de inserción laboral, incluso en coyunturas económicas de crecimiento y bonanza económica, es el juvenil.

No acceder a un puesto de trabajo, ni a una vivienda propia supone carecer de una independencia y autonomía personal reales, ver tambalearse la autoestima del sujeto y, ante la falta de perspectivas y de viabilidad de un proyecto de vida a corto plazo, tener la sensación de "estar de más" y vivir dolorosamente las dificultades para una integración real como individuos.

Frente al optimismo económico imperante en los últimos años, a continuación se exponen algunos datos que definen la situación actual de las personas jóvenes:

  • Si bien es cierto que, en términos globales, el paro ha disminuido de forma notable, también lo es que continúa siendo la juventud el segmento social que sufre en mayor medida su azote.

  • Gran parte del empleo creado, y particularmente de aquél que absorbe parcialmente el paro juvenil, es precario, inestable, de corta duración, baja calidad y escasa remuneración.

  • La subida de costes experimentada por la vivienda en los últimos tiempos se acerca, como media, a cifras que oscilan entre un 25 y un 35% respecto al año y medio anterior.

    Cabe pensar en la paradoja de que, a pesar del crecimiento económico reciente y de que se esté creando empleo juvenil, las posibilidades de emancipación, inserción social y paso real a la madurez, lejos de acercarse, pueden correr el riesgo de estarse alejando aún más de la juventud.

    Ahora bien, el ámbito productivo o económico no es el único prisma para evaluar la integración social de la juventud; existen otros que también deben ser tenidos en cuenta, tales como las relaciones entre pares, el compromiso social, la vivencia del ocio, el mundo reproductivo (familiar, cuidado de otras personas...), que de manera directa y clara están no sólo favoreciendo la integración de las distintas generaciones, sino también la aportación de valores y estilos de comportamiento que deben evidenciarse y apoyarse. Filtrar todo desde la perspectiva económica o desde la adquisición de una vivienda supone un posicionamiento muy reduccionista del que se debería huir para abordar el fenómeno desde una vertiente más global e integradora.

    Dicho todo lo anterior, conviene analizar, siquiera someramente, las consecuencias y efectos negativos que sobre los y las jóvenes tiene este freno a sus procesos de emancipación personal y de integración social:

  • La etapa juvenil se prolonga. Muchas personas jóvenes ven aparcadas sus vidas y viven el futuro, junto con sus familias, con desasosiego, en una situación de espera, a la búsqueda de oportunidades para lograr un hueco en la sociedad.

  • Sensación de exclusión social. Nuestra sociedad entroniza el trabajo como valor supremo. Él es la medida y la fuente de casi todos los demás valores. Carecer de un puesto de trabajo es estar al margen no sólo del principal elemento de valoración social del individuo, sino también exponerse a los riesgos de marginalización, precarización y exclusión social. Expertos y expertas en exclusión insisten en que la crisis económica ha tenido un efecto de "juvenilización" de la pobreza que no ha desaparecido en una época como la actual de mayor capacidad para crear riqueza.
  • Repercusión especial de la crisis sobre colectivos jóvenes indefensos. La exclusión social se ceba principalmente en segmentos sociales cuya capacidad de afrontar su inserción social es mucho menor: jóvenes de bajo estatus, con bajo nivel formativo, discapacitados/as de todo tipo, miembros de familias problematizadas, mujeres, etc.
  • Aumento de los factores de riesgo. La juventud está más expuesta a peligros sociales: hábitos y estilos de vida negativos, drogas, violencia, accidentes de tráfico y comportamientos destructivos. La etapa juvenil es decisiva para el desarrollo del individuo y en ella se cimientan pautas de conducta y experiencias claves para la evolución del sujeto.