Desde la defensa de la pintura, Marien Martínez realiza una obra ligada en principio a la espontaneidad pero después traducida en una organización estable de la composición. Cuando comienzo, explica la artista, el cuadro está sujeto a la expresión inmediata, a la improvisación de las sensaciones, estableciendo criterios selectivos del espacio y del color de forma intuitiva.
La suya es una manera de funcionar en la que unos impulsos responden a otros de signo contrario hasta lograr un encadenamiento progresivo de la estructura del cuadro. Las huellas de la pincelada, rítmica y medida, los comportamientos gestuales enfrentados en bandas, las graduaciones cromáticas y las zonas de acción y choque de color construyen una pintura que paso a paso abre su propio camino. Toma partido la reflexión sobre el acto pictórico, sus mecanismos y funcionamiento interno.