La obra pertenece a la última serie de cuadros de rombos realizada por Juan Pérez Agirregoikoa y mostrada el año pasado en la Torre de Ariz de Basauri, en un conjunto caracterizado por la ruptura definitiva de la unidad del cuadro y los cambios sucedidos al girar el soporte rectangular y convertirlo en rombo. Un ejercicio que es en apariencia deconstructivo pero que también refleja un relato añadido, humorístico, cómplice y perverso con la historia de la pintura.
Algo presente en sus trabajos anteriores al dialogar con Josep Albers y Peter Halley, ahora con Mondrian y Picasso. De igual forma, mantiene la ironía de títulos como Calzoncillo de arlequín. Una mancha de orina en un calzoncillo de arlequín, explica el pintor, pudiera ser la metáfora de aquellos modernos que vieron truncado su proyecto y terminaron instalados en el silencio pintando arlequines y escenas de circo.