El hogar, la cocina, ha sido el lugar central del caserio. Junto al fuego bajo la familia, liderada por la madre, la etxekoandre, se reunía para compartir mesa y conversación. Los vascos siempre han comido bien y en cantidad, por eso la cocina, como estancia, y como arte, ha tenido y tiene un lugar destacado en la idiosincracia del euskaldun. Tan importante es que ha salido de la casa y se ha instalado en los "txokos", junto a la taberna o el restaurante, donde un grupo de amigos se reune a cocinar y comer constituyendo una sociedad gastronómica.
La fama y calidad de la cocina vasca está justificada en su larga tradición culinaria y en su capacidad de adaptación con la "nueva cocina vasca" que se sirve en los restaurantes de Euskadi y que se puede aprender en las escuelas vascas.
Pero no hay buen restaurante, ni txoko elegante sin la apreciada calidad de la comida, de los ingredientes que ayudan a componer un buen menú.
Y la nota sublime de la cocina vasca, es la cocina creativa diminuta: los pintxos. Son minúsculas dosis de gran cocina tradicional y moderna que se pueden degustar en cualquier taberna por pequeña o grande que sea.
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