En el año 1887, cuando estaban a punto de terminar las obras del puerto de Bilbao, María Cristina y su hijo Alfonso fueron a colocar la última piedra de tan afamada obra. Con la excusa de la visita, el Ayuntamiento de la villa organizó unas regatas en la ría junto con la Diputación de Bizkaia, donde los ondarrutarras resultaron ganadores.

La reina quedó tan fascinada por cómo remaban los campeones, que les regaló el recuerdo del león que tenía la falúa real en la proa, león que hasta ahora ha permanecido en la cofradía de pescadores.

La escultura tiene 2 metros de alto y otros 2 de ancho, y a partir de ahora, será un atractivo más del pueblo pesquero, ya que estará expuesto en la Oficina de Turismo.