Gure Artea 2004 - Presentación
Técnica Vasca
Peio Agirre
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-III-
Se ha hablado mucho de si el formato de una convocatoria pública con dotación económica constituye la manera más eficaz de apoyo al arte, en lugar de, digamos, políticas de subvenciones o becas de investigación. El debate sigue abierto desde el nacimiento del Gure Artea y, una vez más, no debemos olvidar la coincidencia de su nacimiento con el de un nuevo gobierno autonómico cuyo primer objetivo es canalizar y dotar de instrumentos a la sociedad civil para poder expresarse, trazando una línea bien definida entre la esfera pública y la privada.
Esta democracia participativa se ejercería en el libre acceso a "todos" los artistas del país, sin prioridades ni exclusiones, a formar parte de la convocatoria, y con ello a poder optar a la exposición colectiva, y más tarde obtener el premio económico. A esto habría que sumar su propia continuidad en el tiempo a través de estos más de veinte años, por supuesto con sus progresivas reformas del tipo liberal-pragmático.
De esta manera los artistas estarían representados y reconocidos por la sociedad mediante su institución principal y con ello podrían seguir manteniendo la ilusión por seguir creando, independientemente de las lógicas del mercado galerístico. En algunos casos, el premio vendría a valorizar las potencialidades del artista previa entrada en ese mercado comercial. Una vez más, la lucha por el reconocimiento y la redistribución de bienes a las que se refiere Nancy Fraser adquieren aquí un significado pertinente.
Volviendo a la palabra del político: "Más de una vez se ha reflexionado sobre la conveniencia de los concursos de arte. Seguramente, casi todos estamos de acuerdo en que no deberían ser necesarios, porque ello implicaría la existencia de un mercado artístico activo. Pero lo cierto es que en esta sociedad vasca actual la obra de sus artistas comercialmente se introduce mal o sencillamente no encaja. Es por ello, porque los deseos van por un camino y la tozuda realidad por otro, por lo que los concursos, entre ellos el Gure Artea, están aquí. No intentando llenar el vacío de la sociedad civil, sino aspirando, modestamente, a que lo que es de interés público llegue al conocimiento del público".
Al mismo tiempo, esta apertura y accesibilidad pública, redefiniría el concepto de "arte vasco" [no de una manera intencionadamente consciente] sin que en ningún caso se tuviera que hablar de una sospechosa denominación de "arte oficial". [Nota: Si desde el Estado español durante la década de los ochentas se promovió un arte denominado como oficial que pudiera ser representado en el extranjero como representante de lo español, en el País Vasco, casi toda la difusión y apoyo correspondió al Gure Artea y a otros concursos de ámbito muy local, sin apenas ninguna exposición institucional de artistas vascos en España y mucho menos en el extranjero. Los artistas vascos que trascendían las fronteras locales eran expuestos por galerías de Madrid o Barcelona y era entonces cuando entraban a ser representados en el extranjero bajo la denominación de "arte español".]
Este carácter público nunca debe ser olvidado y conforma aún hoy la base de su sustento, veintidós años después de que se pusiera en marcha el Gure Artea.
Ahora bien, una de las razones de esta polémica sobre la idoneidad del formato, está en la imposibilidad de dar una imagen completa de la escena local sin caer en dinámicas inevitables de inclusión-exclusión. Se trataría más de una cuestión de irrepresentabilidad.
Chantal Mouffe nos recuerda una vez más que, tan importante para el ejercicio de la democracia son los procesos de exclusión como los de inclusión. Esto nos lleva a considerar el consenso como norma reguladora del ejercicio de la democracia.
En su dinámica deconstructiva, la norma institucional por la cual lo público es un don intocable, que "todos" los artistas puedan presentarse no significa que la dialéctica exclusión/inclusión quede borrada o eliminada, sino que, de alguna manera, la pone en evidencia o la saca a relucir.
Entonces, el par consenso/antagonismo sería de vital importancia y, a la vista de los resultados, podemos decir sin rubor que la lógica del consenso ha ganado o ganó, o al menos es la que ha prevalecido desde el principio del Gure Artea. Esto, traducido a términos prácticos, equivale a intentar satisfacer a un amplio número de artistas, o a la mayor cantidad posible, y eliminar el antagonismo o las decisiones de ámbito subjetivo, privado o para decirlo en breve, sesgadas.
Bien saben todos los miles de artistas participantes en la historia del Gure Artea, que esto no ha sido nunca posible. La búsqueda neutral del consenso no ha generado sino disputa, polémica, discusión y debate. Y es conveniente que así sea, pues ésta es la única forma de mantener abierto el proceso de su agotadora re-definición.
Esta dialéctica del consenso/antagonismo es todavía hoy una constante en la estructura ideológica del Gure Artea a través del modelo de convocatoria, el ámbito territorial que abarca, el derecho legal que lo regula, las dinámicas administrativas, la creación de un jurado neutral y a la vez antagónico en cuanto al perfil de los miembros que la componen, la introducción del rol del comisario o no, su carácter de exposición itinerante, los criterios elegidos para otorgar los ganadores y un largo etc.
Este carácter de irreductibilidad a una opinión consensuada, de animar el debate y la discusión, es extensible igualmente mediante este mismo catálogo y la presente edición. Por lo demás, esto no debería ser entendido como una radicalización, sino como un ejercicio de democracia radical y pluralismo.
Si la realidad social modela la producción artística, ¿cómo explicar entonces el descenso en los índices participativos en ese ejercicio democrático que es el concurso?
Los datos sociológicos nos dicen lo siguiente: El País Vasco se preocupa por el relevo generacional. La pirámide de población se va ampliando por el vértice y disminuye en su base. La Administración tiene en cuenta los escenarios demográficos para planificar políticas que garanticen el estado del bienestar. Eustat presentó en el mes de marzo de 2002 los resultados de un estudio de evolución demográfica en el que se recogía la posibilidad de siete escenarios diferentes de evolución hasta el año 2050. Teniendo en cuenta los diferentes fenómenos que determinan el crecimiento poblacional, como son la mortalidad, la fecundidad o las migraciones, de los siete escenarios presentados, cinco contemplaban pérdidas de población, una muestra clara de la proyección demográfica descendente del País Vasco.
La evolución de la población vasca en los finales del siglo XX y principios del XXI continúa la tendencia decreciente que se inició en 1983, año en el que se alcanzó el máximo número de habitantes. Fuente de consulta, Eustat [Instituto Vasco de Estadística], 2002.
Quizás sea una pura coincidencia temporal que ese año de máxima poblacional coincida casi sincrónicamente con el comienzo del Gure Artea, y quizás sea pedir demasiado, pero un análisis demográfico en paralelo con los modos de producción imperantes nos pueden indicar el grado de participación de los artistas en el certamen-concurso.22