Departamento de Cultura y Política Lingüística

112. Convento de la Encarnación (Bilbao)

ETAPA 7: BILBAO • PORTUGALETE

Un convento de impulso burgués

Algunas familias de comerciantes de las villas vascas, como es el caso de Bilbao, alcanzaron importante poder e influencia durante la Baja Edad Media. Construyeron verdaderos palacios urbanos con las mayores comodidades de la época y con la mayor suntuosidad que podían. Y esta voluntad de hacer gala de su estatus social se manifestaba también en la construcción de sepulcros acordes a su capacidad económica. Al igual que los patrones de las parroquias llamadas diviseras servían a los Parientes Mayores para hacer ostentación de su posición, los linajes urbanos les emularan, aunque en un contexto bastante diferente.

Existía una cierta competencia por establecer capillas particulares en las iglesias parroquiales, por tener éstas un espacio limitado. En algunos casos, los concejos llegaron a evitar que se abrieran este tipo de recintos particulares, con el fin de evitar conflictos. Ante esta dificultad, se buscaron nuevas alternativas. A partir de fines del siglo XV se iniciará un período en que personajes de la élite social, por su enriquecimiento comercial o por haber ocupado puestos en la administración de la Corte, por ejemplo, comienzan a fundar sus propios conventos. En estos casos, los fundadores se garantizaban el privilegio de enterrarse en sepulcros que se situarían en los lugares más visibles. En otros casos, especialmente cuando la fundadora era una mujer, la intención era su retiro espiritual al enviudar o dar una salida a sus hijas dentro del mundo religioso.

El convento de la encarnación no se abstrae de esta tendencia. Fue fundado en 1499 por María Ortiz de Madariaga, en su propia casa de la calle Somera, que le habían cedido sus padres. En ella se constituyó un beaterio siguiendo a la regla de Santo Domingo, que sería la semilla que fructificaría en el posterior convento de la Encarnación (1523). Éste constituye un modelo clásico de constitución de conventos y monasterios al comienzo del Renacimiento en el País Vasco.

Cabe destacar que, este tipo establecimientos llamados beaterios, se encontraban en una especie de limbo eclesiástico que se genera con la aparición de nuevas formas de vivencia religiosa y que aparecen en el norte de Europa a comienzos del siglo XV. Estas nuevas tendencias toman el nombre genérico de Devotio Moderna y se caracterizan por un mayor impulso a la vivencia personal e íntima de la religiosidad y de la trascendencia. Y las mujeres tendrán un especial protagonismo en esta transformación, tanto en las ciudades de los Países Bajos y Flandes, como en otras partes. El País Vasco no se substrae de ese fenómeno y no ha de extrañarnos, por ejemplo, el protagonismo femenino en el grupo de los “herejes de Durango” que a mediados del siglo XV, influenciados por el heterodoxo franciscano Alonso de Mella, querrán abrazar nuevas formas de religiosidad cristiana. Sin embargo, como ya hemos mencionado, existieron unos modos menos radicales de renovación, como el de los grupos de beatas y seroras que se retiraban a las ermitas o fundaban ex novo este tipo de establecimientos religiosos.

El convento de la Encarnación entró finalmente en las formas canónicas, como pasó con la mayor parte de los beaterios del País Vasco, dando el paso a su constitución como conventos. La institución contó con el apoyo de varios linajes que, por establecer su enterramiento en la misma, aportaron importantes fondos para su construcción.

La capilla del convento

Tras una primera fase en la calle Somera, se decidió que era preciso establecer unas nuevas instalaciones fuera del recinto amurallado, que pudieran dar cabida a una comunidad más amplia. Esta fase de renovación se inició en 1515 y se conluyó en torno a 1550. El resultado fue un templo en planta de cruz latina, con capillas particulares a ambos lados de la nave y con cabecera destacada. La cubierta se diseñó con complejas bóvedas de tracerías, excepto en el presbiterio, que está coronado por una bóveda de casetones. No obstante, una reforma de 1965 sacrificó el planteamiento original, convirtiendo estas capillas en naves laterales y otorgando al conjunto una planta basilical.

La portada situada a los pies, por debajo del coro (1560), aparece enmarcado en un gran arco ojival que protege la portada renacentista. La espadaña que culmina la fachada es de estilo churrigueresco (1690), obra de Martín de Zaldua, en la que destacan los recargados motivos vegetales. Al templo se le anexa el claustro y las antiguas estancias de la comunidad religiosa, que abandonó el convento en 1999, ocupándolo ahora el Museo de Arte Sacro.

Compartir en

unesco