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El término de Alimento Funcional tiene su origen en Japón en el año 1980, donde lo aplicaron para designar a los alimentos que satisfactoriamente han demostrado afectar benéficamente una o más funciones específicas en el cuerpo, más allá de los efectos nutricionales.
Suelen producir efectos preventivos o protectores, aunque para ser más rigurosos deberíamos decir que son efectos de disminución de riesgo de ciertas patologías.
Los Nutracéticos en cambio, son productos elaborados a partir de un alimento, pero que se venden en forma de píldoras, polvos y otras presentaciones farmacéuticas no asociadas generalmente con los alimentos, y que han demostrado tener propiedades fisiológicas beneficiosas o protegen contra enfermedades crónicas.
Se consideran Alimentos Funcionales a aquellos que contienen diferentes componentes añadidos (nutracéticos) como ácido fólico, omega 3, calcio, fibras etc…cuya ingesta pueden aportar un beneficio a la salud más allá del valor nutricional del propio alimento.
Los Alimentos Funcionales en principio colaboran en la prevención y tratamiento de enfermedades, (por ejemplo los que aportan calcio para la prevención de la osteoporosis). El inconveniente es que el beneficio en la mayoría de los casos, es pequeño y a largo plazo en comparación con los medicamentos cuya actuación es a corto plazo.
Por otro lado no es fácil medir la efectividad en muchos de ellos. En casos como los que ayudan a disminuir la cifra de colesterol no habría más que hacer un análisis antes y después de su consumo, en cambio si hablamos del aporte de calcio a la masa ósea tendríamos más dificultades para su valoración.
Finalmente, deberíamos tener claro que la ingesta de estos alimentos nos sirven de ayuda o complemento, pero nunca deben sustituir a un tratamiento médico.
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