Berdindu · Orientación sexual · Homosexualidad y lesbianismo
Homosexualidad y lesbianismo
La homosexualidad puede definirse como la atracción o interacción afectiva, emocional y sexual hacia individuos del mismo sexo. Etimológicamente la palabra homosexualidad significa “igual” (homos) y “afectividad” o “sexualidad” (sexualis). La homosexualidad femenina se llama “lesbianismo”, término proveniente de la isla de Lesbos, en Grecia, donde residía la poetisa Safo, conocida por sus escritos acerca del amor entre las mujeres. Fue la literatura francesa de finales del siglo XIX la que cambió la representación social del lesbianismo y facilitó la emergencia de la palabra “lesbiana” tras un período de recuperación literaria de las escritora Safo de Lesbos. Baudelaire divulga la palabra lesbiana al anunciar, en 1846, que su compilación de poemas se editaría en un volumen titulado “Las lesbianas”, finalmente editado en 1857 con el título “Las flores del mal”.
A juzgar por lo que revelan numerosos documentos históricos, las relaciones afectivo-amorosas entre dos personas del mismo sexo, sean éstas hombres o mujeres, han existido desde la más temprana antigüedad. A pesar de ello, han sido relaciones percibidas de forma ambivalente a lo largo de la historia. Por un lado, en la Grecia Clásica era habitual que dos hombres compartieran lecho. Si bien es cierto que en ocasiones se ha dudado acerca de la existencia del lesbianismo en aquella época, también lo es el hecho de que fue el propio Platón quien llegó a incluir en algunos de sus escritos escenas en las que dos mujeres se amaban mutuamente. En la otra cara de la moneda se sitúa la tradición católica que persiguió con ímpetu a las personas homosexuales en una caza de brujas que ha perdurado a lo largo de los siglos. Esta actitud condenatoria ha encontrado, así mismo, reflejo a lo largo de los años en distintas disciplinas científicas y marcos ideológicos.
Si, como decíamos, resulta evidente que el lesbianismo ha sido una realidad en numerosas culturas a lo largo de la historia, lo cierto es que, comparativamente con la homosexualidad masculina, siempre ha existido un factor diferencial: la invisibilidad. Y es que hasta hace unas décadas, la mujer era concebida como un ser asexuado, o en todo caso, cuya sexualidad giraba en torno a las necesidades del hombre. Es por ello que costó mucho reconocer que la mujer no solo tenía sexualidad propia, sino que además podía sentirse atraída por otras mujeres. Debido a todo esto, hasta donde podemos ahondar en la historia, ésta revela un gran silencio en torno a la homosexualidad femenina. Este silencio ha frenado considerablemente el proceso natural que ha de tener cualquier colectivo de cara a la normalización, pues el primer paso para aceptar algo es, en principio, conocerlo. La invisibilidad continúa siendo, por tanto, uno de los principales lastres que aún hoy en día condiciona la realidad de la mujer lesbiana y configura uno de sus más importantes retos de futuro.
Homofobia
Existen numerosas definiciones de homofobia pero todas coinciden en un factor característico: la aversión o rechazo hacia las personas homosexuales. El término fue utilizado por primera vez en Estados Unidos, en 1971, pero no cogió fuerza hasta los años 90.
En contra de lo que pudiéramos pensar, la homofobia es una realidad relativamente reciente. De hecho, el mundo grecorromano de la antigüedad habría contemplado incrédulo la actual problematización de la homosexualidad dado que en dichas culturas las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran consideradas como algo natural.
Fue el emperador Teodosio I, en 390, quien dio comienzo a una persecución del homosexual condenando a la hoguera a todo homosexual pasivo. Esta caza de brujas, en sus diferentes formas, se ha extendido posteriormente a lo largo de los tiempos. En la actualidad la Iglesia mantiene dicho criterio como pilar fundamental y, a pesar de que asegura no rechazar al homosexual, afirma en referencia a la homosexualidad: “no procede de una complementariedad afectiva y sexual verdadera; no podría recibir la aprobación en ningún caso” (Catecismo 2357)
La influencia de la Iglesia sobre el juicio psicosocial de las personas ha ido perdiendo fuerza con el paso del tiempo si bien observamos perspectivas similares que se han ido sucediendo en el tiempo en diferentes ámbitos. Así, si tenemos presente el paradigma científico, por poner un ejemplo, veremos que la homosexualidad ha sido considerada como una enfermedad hasta fechas muy recientes. Algo parecido habríamos de decir del paradigma legislativo a partir del cual la homosexualidad fue ampliamente perseguida siendo las personas homosexuales encarceladas y sometidas a vejaciones y maltratos de todo tipo.
Consecuencia inevitable de dicho legado, la homofobia ha perdurado en el tiempo constituyéndose como una realidad que a día de hoy es imposible obviar. Especial mención requiere, en este sentido, la homofobia internalizada, término éste que hace referencia a la internalización de dichos patrones culturales y al rechazo que, en la gran mayoría de casos, siente la persona homosexual hacia sí misma por el mero hecho de serlo. Dicho rechazo se encuentra en la base del largo y costoso proceso de autoaceptación al que deben hacer frente dichas personas.