LOS TRES PODIOS Y EL ÚLTIMO ATAQUE DE BELOKI

autoría: Ander Izagirre, 

Marco Pantani atacó cinco veces en el Mont Ventoux, a la quinta solo le siguió el líder Lance Armstrong y se marcharon juntos hasta la cumbre. En el último kilómetro, Armstrong aflojó el ritmo de manera evidente para no descolgar a Pantani y le dejó ganar la etapa. Pantani no levantó los brazos. Sabía que debía la victoria a una concesión. Y se enfadó mucho cuando Armstrong declaró que sí, que le había dejado ganar porque era un gran ciclista que había sufrido mucho. Se refería a su descalificación por un exceso de glóbulos rojos cuando vestía la maglia rosa en pleno Giro de 1999. Pantani se desahogó unos días más tarde, con un victoria neta en la cumbre de Courchevel y con una cabalgada loca camino de Morzine, a través de 130 kilómetros y cinco puertos, que puso a Armstrong contra las cuerdas. El estadounidense sufrió la peor pájara de todos sus Tours en la subida al Joux Plane, pero para entonces el que acabó reventado fue el propio Pantani.

Mientras las batallas entre Armstrong y Pantani atraían toda la atención, un debutante llegó al Mont Ventoux en tercer lugar, apenas veinticinco segundos más tarde: Joseba Beloki.

Luego, en el Joux Plane, Beloki dejó atrás a aquel Armstrong noqueado, se consolidó en la tercera plaza de la general y pensó que el estadounidense había salvado el maillot amarillo ese día pero que quizá alguna vez...

Ese día se le ocurrió la posibilidad. Y eso ya era mucho.

Beloki, vitoriano nacido en Lazkao, se estrenaba en aquel Tour de 2000 con la misión de ser un ciclista polivalente en el equipo Festina. En la primera semana le tocó trabajar para su compañero de habitación Marcel Wüst, un sprínter alemán que ganó una etapa, y en la montaña debía estar pendiente de sus dos jefes de fila: Christophe Moreau y Ángel Casero.

- Luego la carrera nos fue poniendo en nuestro sitio -cuenta Beloki.          

Armstrong tenía por costumbre sentenciar el Tour en la primera jornada de montaña. Así lo hizo aquel año en la subida a Hautacam: metió tres minutos a Ullrich y Zülle, y cinco a Pantani, sus principales adversarios. Los ciclistas del Festina respondieron bien: Moreau subió a la tercera plaza de la clasificación y Beloki a la sexta.

Aquel día, la voracidad de Armstrong amenazó una de las victorias más dramáticas de los ciclistas vascos en el Tour. El vizcaíno Javier Otxoa se había escapado a falta de 160 kilómetros bajo la lluvia, había descolgado a sus compañeros de fuga en el Marie-Blanque y el Aubisque, y se había plantado al pie de Hautacam, agotado, con diez minutos y medio de ventaja sobre los favoritos. Armstrong le fue recortando casi un minuto por kilómetro. A falta de dos, parecía a punto de alcanzarlo. Otxoa se exprimió en pura agonía hasta la meta y levantó los brazos con un puñado de segundos de ventaja.

Pocos meses después, un conductor arrolló a Javier y a su hermano gemelo Ricardo, también ciclista profesional, durante un entrenamiento. Ricardo murió, Javier pasó dos meses en coma y quedó con lesiones neurológicas irreversibles. Volvió a la bici y se proclamó campeón paralímpico tanto en los Juegos de Atenas como en los de Pekín. Murió en 2018 por un tumor cerebral.

A partir de Hautacam, Beloki se fue acercando al podio.

- Armstrong y Ullrich eran muy superiores, Moreau y yo intentábamos aguantarles la rueda todo lo que podíamos y ya está. No teníamos más opciones.

Tras su magnífica escalada al Ventoux, Beloki se colocó tercero en la clasificación, un minuto por delante de su compañero Moreau. El día de Morzine le sacó unos segundos más y así llegaron a la crono de 58 kilómetros en Mulhouse, con 1’44” a favor de Beloki.

- Tengo un recuerdo muy bonito: Moreau y yo nos dimos un abrazo antes de la crono, nos deseamos buena suerte y salimos a darlo todo para jugarnos el podio entre compañeros.

Moreau fue más rápido pero Beloki conservó 30” de ventaja en la general.

- No recuerdo absolutamente nada del podio de París. Pasé mucha tensión en las vueltas por los Campos Elíseos, bastaba un pinchazo, una caída o un corte en el pelotón para perder el podio, así que terminé el Tour con mucho agobio. Nada más cruzar la meta, los encargados del protocolo me abdujeron, me llevaron de aquí para allá, casi no pude estar con nadie del equipo para celebrarlo, me dirigieron al podio y subí como un autómata con Armstrong y Ullrich. Debería ser un momento increíble, pero estaba aturdido y es el podio que menos recuerdo de los tres.

Solo después, en la cena de celebración con el equipo, empezó a relajarse y a adquirir conciencia de lo que había conseguido en su debut.

La remontada de 2001

En los siguientes meses confirmó que se había situado en la primera fila del ciclismo mundial. Recibió una propuesta de la ONCE para convertirse en su líder para el Tour. Era uno de los equipos más poderosos del pelotón y en 2001 apostaba por un tridente vasco: el veterano Abraham Olano y los nuevos fichajes Igor González de Galdeano y Joseba Beloki.

- En la ONCE las jerarquías estaban mucho más marcadas. Cada uno tenía su papel y su programa. Yo tenía que centrarme en exclusiva para el Tour.

Empezó con carreras de rodaje, afinó poco a poco su forma, quedó segundo en la Euskal Bizikleta, ganó la Volta a Catalunya y se presentó pletórico a la salida del Tour. En la primera semana todo salió perfecto: fue séptimo en el prólogo, la ONCE quedó segunda en una larga contrarreloj por equipos, solo por detrás del Crédit Agricole, y sacó más de un minuto a las escuadras de Armstrong y Ullrich. Beloki se situó quinto, por delante de todos los favoritos, en una posición inmejorable para conquistar el maillot amarillo en la primera etapa de montaña.

Entonces saltó la fuga loca de Pontarlier: se escaparon catorce ciclistas, el equipo US Postal de Armstrong se desentendió y nadie tiró a por ellos. No parecían corredores amenazantes, casi todos acumulaban ya mucho retraso, pero llegaron a meta con más de media hora de ventaja y entre ellos iba el kazajo Andréi Kivilev, un buen escalador con algunas victorias prestigiosas, que de repente se vio con trece minutos de ventaja sobre los favoritos.

- Creo que nadie fue consciente de la gravedad de aquella escapada -dice Beloki-.  En los días siguientes yo estaba convencido de que iba a remontar sin problemas toda esa ventaja que tenían Kivilev y el líder François Simon, les fuimos quitando tiempo en los Alpes, pero Kivilev resistía mucho más de lo esperado. Armstrong y Ullrich lo adelantaron en los Pirineos, pero a mí se me acababa el terreno… 

Beloki llegó cuarto a la última crono de 61 kilómetros, a 1’20” de Kivilev. Le quitó 2’08” y así consiguió su segundo podio consecutivo, en vísperas de llegar a París, por los pelos.

- Nos decían que en Pontarlier calculamos muy justo la ventaja que dejamos a la escapada. ¿Calcular? Nosotros no calculamos nada. Fue un error, les dejamos ir. Si en vez de 36 minutos hubieran sacado 37, yo me habría quedado sin podio.     

Kivilev murió por una fractura de cráneo tras caerse en la París-Niza de 2003. A partir de entonces se instauró el casco obligatorio en el ciclismo profesional.

Aguantar, aguantar...

Beloki acarició de nuevo el maillot amarillo en la primera semana del Tour de 2002. Quedó noveno en el prólogo y la ONCE ganó la cuarta etapa.

- Fue mi día más bonito como ciclista. La crono por equipos era la disciplina más querida en la ONCE, la trabajábamos mucho, nos motivaba. Fue muy chulo ganar en el Tour como bloque y subir todos al podio.

Dos vitorianos encabezaban la clasificación: Igor González de Galdeano fue líder durante una semana y Beloki le seguía a solo cuatro segundos. ¿Se le quedó la espina de no vestir al menos un día el maillot amarillo?

- A mí en aquel momento no me preocupaba. Miraba la clasificación, veía que estábamos todos los del equipo en las primeras posiciones y eso me ponía muy contento. Luego hubo una crono llana de 52 kilómetros, Igor mantuvo el maillot, Armstrong me pasó por unos segundos en la clasificación, pero yo ya conseguí un buen colchón sobre mis adversarios para la lucha por el podio: Heras, Botero, Mancebo… Mi objetivo final era París. No pensaba en llevar un día el maillot amarillo.

Hubo una etapa en la que sí fantaseó con él: en la primera jornada de los Pirineos, con las subidas al Aubisque y a La Mongie, la estación de esquí que se encuentra cuatro kilómetros antes  del Tourmalet.

- Igor y yo habíamos reconocido la etapa. Me venía perfecta, me sentía fenomenal, y cuando vi que Armstrong mandó poner un ritmo fuerte a su equipo desde Sainte-Marie-de-Campan, en lugar de atacar él mismo desde abajo, como solía hacer en la primera etapa de montaña… entonces pensé que tendría una opción de conseguir el maillot. Roberto Heras, compañero de Armstrong, tiró en los últimos kilómetros y me quedé yo solo con ellos dos. Era raro que Armstrong siguiera a rueda de Heras casi hasta el final, así que me hice ilusiones. Creí que tendría una opción de dejar a Armstrong. Pero al final arrancó y me reventó en los últimos metros.

La primera etapa de montaña, dice Beloki, siempre le ponía en su sitio. Y después de sus terceros puestos en 2000 y 2001, parecía que en 2002 ese sitio iba a ser el segundo escalón. Pero el equipo ONCE destacaba por su agresividad y sus estrategias en bloque. Decidieron probar a Armstrong en el Mont Ventoux, una montaña en la que Beloki siempre había firmado buenas actuaciones. Mikel Pradera se coló en la escapada del día, para servir de puente si Beloki conseguía distanciar al estadounidense, y José Azevedo atacó tres veces en el pequeño grupo de favoritos, hasta que descolgó a Heras y dejó a Armstrong sin gregarios.

Había llegado el momento: a falta de ocho kilómetros, Azevedo aceleró de nuevo y Beloki lo aprovechó como trampolín para lanzarse al ataque.

Armstrong no le dio opción de soñar ni cincuenta metros. Saltó a a su rueda y lo remachó con uno de sus ataques en tromba, bailando sobre la bici y girando los pedales como un molinillo. Beloki sufrió, perdió terreno, vio cómo lo adelantaban Rumsas, Basso y Mancebo.

- A partir del Chalet Reynard se me hizo larguísimo. Ese día tenía que intentarlo, tenía que probar a Armstrong, pero acabé descolgándome de otros rivales y puse en riesgo el podio.

Dice Beloki que ese día aprendió mucho.

- Aprendí que si en el Tour das cuatro pedaladas de más, lo acabas pagando. Armstrong era muy superior. Yo podía haber seguido atacándole así en otro par de etapas, a la gente le gusta eso, atacas y la gente te quiere más, aunque luego te hundas. Hubiera quedado bonito, pero yo habría acabado quinto o sexto y se habría interpretado como un paso atrás.

Beloki explica que él corría a otra cosa: a conseguir el mejor puesto posible en París.

- Yo era un aguantador. Aguantaba, aguantaba, aguantaba. Mira, de chaval era marinista, me encantaba Lejarreta. Y yo era el primero que desde el sofá le pedía que atacara, estaba deseando que descolgara a Chioccioli y le quitara la maglia rosa, pero aprecio mucho ese ciclismo de resistencia y de mantener el sufrimiento todos los días hasta el último metro. A mí no me valía con atacar y luego, si no me salía, relajarme y dejarme llevar.

Subir al podio del Tour es muy difícil. Subirse tres veces, recuerda Beloki, lo han conseguido poquísimos ciclistas en la historia.

En 2012, tras la revelación de su sistema de dopaje, la UCI desposeyó a Armstrong de sus siete victorias en el Tour. Y la organización decidió no otorgar esos triunfos a los segundos clasificados de esos años, así que Beloki aparece como tercero, tercero y segundo en Tours que no tienen un primer clasificado.

El Tour declaró ganador a Pereiro en 2006, después de la descalificación  de Landis, pero  no sé por qué no hizo lo mismo en los años de Armstrong. Ni Ullrich, ni yo ni nadie hemos reclamado esas victorias o esos ascensos en la clasificación, porque no sabemos ni siquiera en qué se basa la decisión. A mí lo que me da pena es que no nos den explicaciones.

A por todas

Beloki fue el primero que salió al ataque en las rampas de Alpe d‘Huez en 2003. Era un ciclista cerebral, apostaba por aguantar al máximo con los primeros para obtener el mejor puesto, pero no dudaba en apostar a la grande cuando veía una situación propicia. Y en aquel Tour, Armstrong parecía más vulnerable que nunca. Pasaban las etapas y le rondaba, a poca distancia, toda una nube de adversarios: Ullrich, Vinokúrov, Basso, Hamilton, Zubeldia, Mayo, el propio Beloki…

- Ese año Armstrong no iba tan fuerte, le salieron más rivales que nunca y parecía que quizá no podría controlarnos a todos. Era el momento de ponerlo a prueba.

Beloki abrió un hueco de quince segundos. Por detrás, Heras le hizo otro trabajo extraordinario a su jefe Armstrong: tiró, tiró y tiró, mantuvo las distancias, hasta que el estadounidense aceleró y alcanzó al vasco. Pero esta vez, al contrario que en el Mont Ventoux, se conformó con seguir a su lado. De hecho, aflojaron un poco el ritmo y fueron llegando a su altura otros corredores rezagados. En esos momentos de duda y vigilancia, a falta de siete kilómetros, Iban Mayo soltó un latigazo, voló hasta la cumbre de Alpe d’Huez y firmó una victoria histórica para el equipo Euskaltel. Obtuvo una diferencia llamativa: más de dos minutos.

Ese día Armstrong se vistió de amarillo con dos vascos pisándole los talones: segundo Beloki, a 40”; tercero Mayo, a 1’12”. Vinokúrov, Hamilton, Ullrich y Basso acechaban a un par de minutos. Si no le atacaba uno, le atacaba otro. Al equipo de Armstrong le costaba apagar todos los fuegos, se le podría descontrolar un incendio en cualquier momento.

Al día siguiente tocaba una etapa complicada camino de Gap, con dos grandes puertos como el Lautaret y el Izoard en la primera parte, y un par de cotas modestas al final. La ONCE decidió intentarlo otra vez: Jaksche, que estaba a poco más de tres minutos en la clasificación, se coló en una escapada que alcanzó más de seis minutos, lo que obligó al US Postal a vaciarse en su persecución. Armstrong se quedó sin compañeros en el penúltimo puerto, de segunda categoría, todavía lejos de meta. Y Beloki atacó en la cota final de La Rochette.

- Ataqué subiendo y Armstrong me siguió, así que ataqué de nuevo en el descenso. Yo no era muy bueno bajando, pero era el momento de tensar a Armstrong, para ver si prefería ser prudente y me dejaba marchar… Me tiré para abajo y pasó lo que todos sabéis.

Pasó lo que todos recordaremos siempre: en un tramo de asfalto fundido por el calor, a Beloki se le salió el tubular, perdió el control de la bici cuando bajaba a toda velocidad y cayó a plomo. Armstrong lo esquivó por los pelos, se salió de la carretera, traqueteó cuesta abajo por un campo de cereal y salió de milagro, sin caídas ni pinchazos, a un tramo inferior de la carretera. El estadounidense se incorporó justo cuando llegaban sus rivales y siguió pedaleando a por el quinto de sus siete Tours. Beloki quedó en el suelo como una marioneta desarticulada, gritando de dolor ante las cámaras, con fracturas de fémur, codo y muñeca.

A Beloki no le duele la ocasión perdida en aquel Tour, porque acepta los riesgos y los accidentes como parte del juego, pero sí le duele que su carrera deportiva se cortara de un modo tan abrupto. Nunca recuperó su nivel. Y reivindica el valor de aquella escena, más allá de la impresión que dejó en la memoria del ciclismo por el golpe tan terrible: fue el momento de una apuesta máxima, el momento de su plenitud.

- Allí se acabó todo, se acabó intentándolo.

 

Autor: Ander Izagirre