Pello Lizarralde: «A la hora de escribir, no me gusta "decir", prefiero "mostrar"; las explicaciones sobran»
- El escritor publica Lanbroa, brumosa pero certera y precisa novela que se adentra magistralmente en los insondables recovecos de la memoria y el olvido; una obra implacable, como corresponde a toda literatura apreciable
Han pasado veinte años desde que una mujer y un hombre, desconocidos entre sí hasta entonces, compartieran, sin haberlo planeado y forzados por las circunstancias, varias horas dentro de un coche. Desde entonces, no han sabido nada sobre aquella otra persona: ambos han estado inmersos en sus guerras particulares por salir adelante y colocar en su mente todo lo que esas horas generaron y removieron, tratando de difuminar y acomodar sus recuerdos a sus necesidades; de repente, coincidirán en un centro comercial, cada uno desde su trinchera, sin que sus miradas se crucen por si acaso.
En Lanbroa, Pello Lizarralde abre paso al relato de dos personajes que modelan, a través dos planos, una novela sutil pero profunda. En poco más de ochenta páginas cabe combustible para la reflexión en torno a los relatos, las difusas verdades, las relaciones de poder, la percepción y la medida de los acontecimientos, la verosimilitud, la veracidad, la moldeabilidad de nuestros recuerdos, nuestros mecanismos para olvidar y, sobre todo, "ese algo desconocido que domina la alteración entre las luces y las sombras".
Finalizada la lectura de esta novela, la lectora o el lector sentirá sobre la piel esas leves gotas de agua que perduran una vez la niebla se ha disipado, rastros de lo que alguna vez fue y embrión para aquello que vendrá.
Eitb.eus ha hablado con Lizarralde sobre Lanbroa.
Llevas a los personajes de la novela, en un viaje de veinte años, desde un espacio fronterizo y brumoso a un centro comercial, de un difuso no lugar a otro. ¿Por qué has situado la historia en estas dos localizaciones?
Los centros comerciales son un reflejo perfecto de las ensoñaciones de la clase media. Allí todo resulta luminoso, casi perfecto. Mientras consumimos, el pasado y el futuro desaparecen. Todo es presente. Sin embargo, basta cualquier distorsión para que comencemos a sumergirnos en nuestros pequeños infiernos actuales o pasados.
Por el contrario, en el espacio nebuloso, húmedo y sombrío que recorrieron los dos protagonistas, reinaban la desazón, la duda, el miedo y la preocupación. Y, claro, a nadie le apetece transitar de nuevo por un territorio así.


