Mikel Rueda: "No nos permitimos el lujo de ser lo que somos"

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    Mikel Rueda, en el set de rodaje de "El doble más quince", su tercer largometraje
eitb.eus

  • Fecha26 de Febrero
  • Temática Audiovisual

El director bilbaíno estrena este viernes en los cines de Hegoalde “El doble más quince”, protagonizada por Maribel Verdú y German Alcarazu. 

Mikel Rueda (Bilbao, 1980) lleva a los cines de Hegoalde, a partir de este viernes, 28 de febrero, “El doble más quince”, en la que participa EiTB, su tercer largometraje tras “Izarren argia” y “A escondidas”. Ana (Maribel Verdú) y Erik (Germán Alcarazu) se topan inesperadamente, y juntos crean un espacio compartido desde el que seguir respondiendo a las preguntas a las que nos enfrenta la vida, no muy diferentes, a pesar de todo, para un adolescente con todo por hacer y para una mujer madura que aparentemente ya habría hecho todo lo que se espera de ella.

Con una personal y cuidada apuesta formal, Rueda pone frente a frente a ambos personajes en un diálogo donde también caben poderosos silencios, que ponen de manifiesto que somos lo que decimos pero también somos lo que callamos, de la misma manera que somos tanto aquello que hacemos como las pulsiones que ahogamos.

Dialogamos con Rueda en una semana loca, en la que se le ha juntado el estreno de “El doble más quince” con el rodaje de la serie “Veneno”, creada por Javier Calvo y Javier Ambrossi, de la que dirige dos capítulos.

Al contrario de lo que suele ocurrir, la idea del largometraje “El doble más quince” es anterior al cortometraje “Caminan”, protagonizado por los mismos actores y desarrollado luego en la película. ¿Qué te ofrecía un formato menos constreñido como el largometraje? 

Efectivamente, la idea del largo estaba antes que el corto, pero Zinebi contactó conmigo para hacer “Bilbao.Exterior.Día”, una película coral con directores bilbaínos, y me pareció una estupenda manera de hacer una de las secuencias y testar colores, estéticas, si el guion iba bien encaminado, cómo funcionaba Maribel con Germán… Y lo podía utilizar para buscar la financiación.

Luego, en el largo, me permití más jugar con los silencios, como ya hacía en “Caminan”. Creo que si no hubiera hecho el cortometraje no lo hubiera hecho. “Caminan” dura trece minutos, y su guion contaba con cinco páginas, cuando normalmente suele decirse que una página de guion equivale a un minuto de peli. En “Caminan” me di cuenta que la historia me pedía silencios, me pedía dar tiempo a los personajes. 

Los personajes no necesitan hablarlo todo. Hablan pero también se miran y se callan, y eso salió de “Caminan”. Me he permitido que la película respire, porque los personajes, que son introspectivos y miran mucho hacia dentro, así lo necesitaban.

¿Cómo has trabajado esos silencios? ¿Qué uso hiciste de ellos en el guion y cómo los has gestionado en el rodaje?

Los silencios estaban en guion, pero en el rodaje los he implementado. Tenía la intención de que eso ocurriese, pero fue a partir de “Caminan” que vi que tenía que dejar aire. En rodaje, dejé mucho más a los actores construir desde el silencio de lo que ya estaba escrito.

Fue una mezcla: yo, efectivamente, lo había escrito así, y fue en rodaje donde comprobé que tenía que dejar que eso ocurriese.

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