- Fecha21 de Febrero
- Temática Música
La Sala Hell Dorado echó a andar hace 19 años impulsada por un grupo de jóvenes gasteiztarras amantes del rock. Repasamos con Juan Uriarte, responsable del local, la trayectoria de la sala, que cuenta actualmente con más de 400 personas abonadas
Corría el año 2000, Iñaki Urbizu, Jimmy Rz de Loizaga, Ernesto García y Juan Uriarte, cansados de tener que salir fuera de la ciudad para ver conciertos, decidieron tomar las riendas y crearon la asociación Hell Dorado. Un año más tarde, se hicieron con el local de Venta de la Estrella y fueron montando poco a poco su propia sala de conciertos, para ellos y para los más de 600 socios/as que, en aquel primer año, los apoyaron.
El 26 de octubre de 2001, sin escenario y sin apenas focos, el local se llenó para ver a ‘Sex Museum’. Tras aquel primer concierto, más de 2.800 grupos se han subido al escenario de Hell Dorado, entre ellos, nombres tan conocidos como Sharon Jones con The Dap Kings, Johnny Kidd & The Pirates, Dick Dale o Keith Richard de los Rolling Stones.
Go Gasteiz Kultura ha hablado con Juan Uriarte, responsable de la sala, sobre la trayectoria de Hell Dorado y la manera de trabajar que tiene la asociación, ahora convertida en S.L.
¿Cuál era la situación en Vitoria-Gasteiz en 2001 cuando se decidió fundar Hell Dorado? ¿Cómo surgió la idea?
En aquel año no había salas de conciertos en Vitoria, solamente un pequeño local que se llamaba ‘El Tapioca’. Era un pub grande donde se hacían conciertos, pero no reunía las condiciones para hacerlos, ni por sonido ni por escenario. También estaba el Gaztetxe. Nos reunimos cuatro amigos músicos, cansados de viajar fuera de Gasteiz para ir a conciertos, y decidimos crear una asociación cultural. Cogimos un local y comenzamos a traer a nuestras bandas favoritas.
¿Por qué os decidisteis por una asociación cultural? ¿Cómo fue el proceso de montar la asociación?
Como no teníamos dinero para montar una empresa, esta era la fórmula legal de poder tener un CIF y una base legal. Empezamos de cero sin tener ni idea. El local lo construimos nosotros con nuestras manos, era un local muy antiguo, así que lo hacíamos como podíamos. Al principio no teníamos ni luces en el escenario y a medida que íbamos avanzando, fuimos comprando cosas y mejorando. Fue un proceso muy lento y muy largo de aprendizaje. Como en Vitoria no había salas de conciertos, no tuvimos mucho problema porque nadie te podía decir lo mal que lo hacías, a todo el mundo le parecía fantástico todo.
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