JOANE SOMARRIBA GANA TRES TOURS

autoría: Ander Izagirre, 

Es difícil subir el Tourmalet de dos maneras tan distintas.

En 1995, Joane Somarriba lo escaló con 22 años en su primer Tour de Francia, sufriendo en las últimas posiciones, vaciada, pasando apuros para llegar a la línea de meta sin echar pie a tierra. Luego llegaron los Alpes, la etapa con dos colosos como la Madeleine y el Glandon. La ciclista vizcaína describió aquella experiencia como “una tortura”, perdió casi una hora con la ganadora Luperini y se prometió no volver nunca más al maldito Tour.

Un detalle: no se retiró.

Pocos años antes, Somarriba había pasado un calvario con una lesión grave en la espalda que la tuvo en silla de ruedas y pareció que no iba a dejarle competir nunca más. Se empeñó en la rehabilitación, trabajó con una fuerza de voluntad extraordinaria y volvió a pedalear. Se acostumbró a padecer dolores de espalda durante toda su trayectoria ciclista. A pesar de tanto sufrimiento, en aquel primer Tour de 1995 se exprimió un poco más y un poco más hasta terminarlo. Alcanzó París. Y tuvo la curiosidad de acercarse a la ceremonia del podio en los Campos Elíseos: vio a Fabiana Luperini, radiante con el maillot amarillo, el trofeo y las flores, escoltada por una multicampeona de leyenda como Jeannie Longo y por la suiza Luzia Zberg.

Entonces cambió de idea: “Yo también quiero ser una ganadora. Tengo que entrenarme mucho más”.

Quería ganar carreras. Ni se le ocurría la posibilidad de subir al podio de París.

Pero cinco años más tarde, en el Tour de 2000, Somarriba escaló el Tourmalet flotando en estado de gracia. Ese año ya había ganado la Emakumeen Bira y su segundo Giro de Italia. Acudía a Francia para ayudar a su compañera lituana Edita Pucinskaite, ganadora ya de un Tour y de un Mundial. En la cuarta etapa, las dos ciclistas del equipo Alfa Lum se habían fugado juntas y Pucinskaite había cedido la victoria a Somarriba. En la quinta, en una contrarreloj donde no valían las estrategias de equipo, Somarriba ganó con buen margen. Parecía la más fuerte de las dos, pero seguía dispuesta a trabajar para la lituana. De hecho, en la etapa que terminaba en la cima del Tourmalet, Somarriba obedeció las órdenes del equipo y marcó un ritmo muy fuerte para castigar a los rivales. Las descolgó a todas. En cabeza quedaron solas otra vez Somarriba y Pucinskaite, la lituana perdía unos metros y empezó el pequeño baile de la polémica.

Como Somarriba iba sobrada, circuló la versión de que el director del Alfa Lum le ordenó que esperara a su compañera. La propia vizcaína desmintió esa versión: “Pucinskaite me dijo que me marchara, que no podía seguirme, pero fui yo la que decidí levantar un poco el pie para esperarle. Yo ya había ganado dos etapas y me parecía bien que ella se llevara la del Tourmalet”.    Así subió Somarriba el Tourmalet: encabezando el Tour, esperando a su compañera.

“Nunca me he sentido tan poderosa sobre una bici”, declaró.

Pucinskaite ganó la etapa del Tourmalet y Somarriba se visitó por primera vez el maillot amarillo en un escenario de ensueño para cualquier corredora, en ese collado a 2.115 metros de altitud en el corazón del Pirineo y de la historia del ciclismo.

Lo que no imaginaba es que la polémica crecería en las siguientes jornadas. Pucinskaite pretendía que Somarriba perdiera tiempo a propósito para cederle el maillot amarillo. Y ahí ya Somarriba se plantó: ella había acudido al Tour para ayudar a la lituana, sí, y lo había hecho en varias etapas, incluso aflojando la marcha en el Tourmalet había conseguido el maillot amarillo, así que no era cuestión de regalarle un Tour de Francia porque sí. Pucinskaite se enfadó, montó una bronca, salió al ataque en las siguientes jornadas y el equipo vivió jornadas de mucha tensión. Aún faltaban los Alpes, la segunda crono y la última etapa de montaña en los Vosgos, mucho trabajo para doblegar a unas rivales que solo estaban a dos o tres minutos de ellas, y un pique entre las dos líderes destacadas del Alfa Lum podía arruinarles el Tour. El director reunió a las dos para establecer que en ese momento Somarriba tenía el maillot, era la más fuerte y debían trabajar para ella.

En la novena etapa, la vizcaína se cayó. Salvó el maillot, pero le tuvieron que dar tres puntos de sutura en el codo y salió con dolores en la contrarreloj de 26 kilómetros. Aun así, la terminó en segunda posición a solo 14 segundos de Zabirova y volvió a sacarle ventaja a su compañera y rival Pucinskaite. Entonces explotó ante los micros: “Cuando llegamos al Tourmalet, Edita me dijo que yo merecía ganar el Tour. Desde entonces me ha declarado la guerra todos los días”.

Somarriba respondió a los ataques de sus rivales en la última etapa montañosa en los Vosgos. Después del Tour conversó con Pucinskaite y se reconciliaron, desde entonces le quita hierro al asunto, pero nunca olvidó a quienes le echaron una mano en aquellos días difíciles: “Vivimos momentos muy

El 20 de agosto de 2000, caminó hacia el mismo podio de los Campos Elíseos al que se había acercado en 1995, pero esta vez no fue para admirar a la campeona desde abajo, sino para subir los escalones hasta lo más alto y recibir el maillot amarillo.

DE AMARILLO EN BILBAO Y GERNIKA

La sociedad organizadora del Tour de Francia puso en marcha ediciones femeninas de la carrera entre 1984 y 1989. Cuando dejó de hacerlo, no permitió que otros organizadores utilizaran ese nombre. Así que la vuelta a Francia que ganó tres veces Joane Somarriba se llamaba oficialmente Grande Boucle Féminine Internationale. En cualquier caso, se trataba de un equivalente deportivo del Tour: una carrera de catorce etapas que recorría Francia, la más larga y dura del calendario femenino, con la mejor participación de estrellas internacionales.

Así que en un sentido oficial no se podría decir, pero en un sentido deportivo sí: el Tour también salió de Bilbao en el año 2001, en su versión femenina. El domingo 5 de agosto se disputó la primera etapa con dos sectores: una crono matinal de diez kilómetros por las calles de Bilbao y una etapa en línea vespertina de 107 kilómetros entre Bilbao y Gernika, el pueblo natal de Joane Somarriba (aunque luego vivió en Sopela).

Para Somarriba fueron los días más emocionantes de su carrera deportiva. Desde que supo que el Tour recorrería sus paisajes, las carreteras por las que se entrenaba a diario, convirtió ese día en el gran objetivo de su temporada. En 2001 corrió algunas pruebas de preparación, se tomó el Giro como un entrenamiento (acabó quinta) y se presentó en Bilbao con una forma espléndida, con toda su voracidad y todo su entusiasmo.

Somarriba salió la última en la crono, con el dorsal número uno y el maillot amarillo. Se lanzó desde la rampa, esprintó por la Gran Vía entre el rugido del público, se acopló en su bicicleta, voló por las calles de Bilbao, fue marcando registros mucho mejores que sus rivales para el triunfo en París, incluso dobló a Desbouys, la cuarta clasificada del año anterior, que había salido un minuto antes. El problema era Judith Arndt, una especialista que sería doble campeona del mundo contrarreloj, pero ese día Somarriba no estaba dispuesta a ceder el maillot: batió a la alemana por tres segundos. A las favoritas como Luperini, Polikeviciute, Longo o Cappellotto las distanció casi un minuto, así para empezar.

En el sector vespertino, Somarriba preocupó a algunos directores y comentaristas. No porque flojeara, sino porque exhibía fuerzas con una generosidad que rozaba el derroche, cuando faltaban dos semanas de carrera muy dura por delante. Pero Somarriba conocía el recorrido de memoria, aparecía en cabeza en todos los repechos, salía a todos los ataques peligrosos, porque quería marcar su superioridad desde el inicio. A falta de tres kilómetros para la llegada en Gernika, atacó la lituana Polikeviciute, la siguió la italiana Luperini y Somarriba saltó inmediatamente a su rueda. Abrieron hueco. La vizcaína nunca fue rápida al sprint y quedó tercera tras Luperini y Polikeviciute, pero amplió su ventaja sobre todas las demás rivales y se vistió otra vez el maillot amarillo en Gernika, delante de su gente.

Dominó el Tour: dio una exhibición subiendo y bajando el Tourmalet para ganar escapada en Campan, se apuntó también la segunda contrarreloj, llegó siempre con las primeras en los Alpes y ganó su segundo Tour con más holgura que el primero.

Somarriba parecía imparable.

Y a los cuatro meses estaba sin equipo. La marca Alfa Lum dejó el patrocinio, dejó muchos meses de sueldo sin pagar y dejó a las corredoras a la intemperie en vísperas de una nueva temporada. Después de pelear durante años para conseguir las becas federativas que le permitieran dedicarse al ciclismo, Somarriba se había ido a Italia porque era el país donde el ciclismo femenino estaba más profesionalizado, pero siempre se deslizó por la precariedad: corrió en equipos con buenos directores, buenos técnicos, buen material, pero con sueldos bajos, impagos y desapariciones. En el Tour las ciclistas se alojaban en hoteles cutres o en colegios, sufrían traslados largos y muy incómodos entre etapa y etapa, como cuando navegaron desde Córcega hasta el continente y solo les permitieron instalarse en las salas de butacas del ferry, sin habitaciones para descansar. Somarriba incluso recordaba una ocasión en la que los gendarmes impidieron salir a las ciclistas del hotel porque los organizadores del Tour no habían pagado sus gastos. Cuatro meses después de aquellas cabalgadas gloriosas entre Bilbao y Gernika, de vivir su mayor euforia deportiva y el momento cumbre de su popularidad, Somarriba se quedó sin equipo y no encontraba ninguno dispuesto a contratar a la ganadora de dos Giros y dos Tours. No pedía contratos millonarios, solo un sueldo digno. Y no había manera.

Durante el invierno siguió entrenándose, pendiente de la búsqueda de patrocinios y cada vez más desmoralizada. Al final, el diario Deia montó un equipo con el copatrocinio de las marcas Pragma y Colnago, de manera que Somarriba pudo volver al Tour: lo terminó en tercera posición y completó el año con un bronce en los Mundiales.

Somarriba demostró casi mayor resistencia en los inviernos, cuando le tocaba buscarse becas y patrocinios año tras año, que en los veranos escalando el Tourmalet. Para el año 2003 consiguió formar otra nueva escuadra, con una amalgama de patrocinadores vascos públicos y privados: Bizkaia-Panda-Spiuk-Sabeco. Con este equipo, del que pocos se fiaban, Somarriba ganó su tercer Tour de Francia. Y al final de la temporada alcanzó uno de los pocos sueños deportivos que le faltaban: se proclamó campeona del mundo contrarreloj.

Entre los dolores de su lesión de espalda, la precariedad y los obstáculos, Joane Somarriba emergió (de rosa, de amarillo, de arcoíris) como una de las mejores ciclistas de todos los tiempos.

Autor: Ander Izagirre