El factor cancha: Lasa y Nazabal ganan etapas vascas
autoría: Ander Izagirre,
Miguel Mari Lasa no era el mejor escalador ni el mejor esprínter. Pero era muy bueno en esas disciplinas y contaba con una ventaja sutil: su inteligencia en carrera, el estudio obsesivo de los escenarios y los rivales. Por eso ganó tantas y tantas veces.
Por eso ganó la novena etapa del Tour de 1978, porque conocía muy bien el final.
- Terminaba en el mismo sitio que una etapa de la Vuelta al País Vasco de ese mismo año: en el hipódromo de Biarritz -recuerda Lasa-. La pista era de ceniza. En abril, en la Vuelta al País Vasco, me di cuenta de que la rueda se hundía un poco, que el firme era más pesado que el asfalto, y en julio, en el Tour, lo tuve muy en cuenta.
Para entonces Lasa era un ciclista veterano que ya había ganado etapas en la Vuelta, el Giro y el Tour. Y conocía al dedillo a sus rivales.
- Le tenía el ojo echado a Jan Raas.
El holandés, uno de los mejores clasicómanos de la época, había ganado el prólogo y la primera etapa de aquel Tour de 1978.
- Raas andaba loco por ganar otra etapa más, vi que en los días anteriores se había metido en todos los esprints y se le acababan las oportunidades porque enseguida empezaban los Pirineos. Pensé que en Biarritz iría a por todas. Me propuse empezar el esprint a su rueda, porque imaginaba lo que podía pasar en la pista de ceniza. No era fácil pillarle la rueda, ¿eh? Te la peleaban muchos.
Lasa siempre fue hábil en las luchas por la posición. Recuerda su primer Giro, con 22 años, cuando sus compañeros veteranos del equipo La Casera preferían no meterse en líos al esprint: los italianos y los belgas sacaban codos y montaban broncas (“eh, spagnolo, spagnolo!”), pero Lasa no tenía complejos para meter el manillar.
- Yo pensaba: ya que hemos venido hasta aquí, contra todos estos campeones, habrá que salsear un poco, ¿no?
En uno de esos salseos, ganó la primera de sus cuatro etapas en el Giro por delante de Huysmans, Godefroot, Merckx, Van den Bossche, Zilioli, Zandegú y Gimondi: tremendo elenco de gladiadores.
- No me lo podía creer. Todas esas figuras allí, y llego yo, un baserritarra de Oiartzun, y les gano… ¡Qué locura!

En la llegada del Tour a Biarritz en 1978, Lasa tampoco se amedrentó: los velocistas y sus lanzadores desataron una pelea feroz por entrar al hipódromo en las primeras posiciones, Gerben Karstens intentó colarse entre dos ciclistas que le cerraban el paso, chocó su manillar contra un muslo, salió volando y tiró a Freddy Maertens. Dos favoritos eliminados. Lasa esquivó la caída y mantuvo la posición soñada: a rueda de Raas.
- En la última curva, Raas arrancó con todo el desarrollo. Justo lo que yo estaba esperando. La recta era muy larga, las ruedas se hundían en la ceniza, y cuando vi que a Raas le costaba mantener la cadencia, empecé a adelantarle con un desarrollo más ligero.
Lasa pisó la línea levantando la mano derecha con un gesto de euforia.
- A mí Raas me ganaba nueve esprints de cada diez. Y si el final de Biarritz hubiera sido sobre asfalto, también me habría ganado. Pero yo conocía la llegada de ceniza, elegí el desarrollo adecuado y él no. En los días siguientes, Raas venía y me decía: “¡Lasa, cabrón!” -se ríe-. A mí me pasaba eso: siempre tenía enfrente ciclistas más fuertes que yo. A algunos les bastaba con dar fuerte a los pedales para ganar, pero yo tenía que estudiar alguna manera para ganarles a ellos.
Lasa ya había triunfado en el Tour dos años antes, en una etapa belga que seguía el recorrido ondulado de la Flecha Valona, con un festival de ataques y contraataques. Aquella vez se presentó en meta con Guy Sibille, campeón de Francia, y lo batió al esprint. Otro triunfo de relumbrón. Pero el de Biarritz fue especial: celebró la victoria aclamado por el público vasco, a cuarenta kilómetros de su casa en Oiartzun, y en el hotel se encontró con su mujer y su hijo de dos años.
- Ganar una etapa del Tour en casa es uno de los mejores recuerdos de mi carrera -dice.
FIESTA CON KAS
La tercera etapa del Tour de 1977 no es que llegara a casa, es que entraba hasta la cocina, hasta el frigorífico: terminó en la avenida de los Olmos de Vitoria-Gasteiz, junto a la planta embotelladora de los refrescos Kas.
El patrón Luis Knörr, apasionado del ciclismo, se había empeñado en conseguir ese final de etapa en su fábrica y el Tour la organizó como homenaje al equipo vasco más emblemático del siglo XX. Aquella mañana, en la salida de Oloron, los ciclistas del Kas recibieron una orden clara: tenían que meterse en todas las escapadas para ganar la etapa como fuera.
En los primeros kilómetros tuvieron que contener las ansias. El director del Tour mandó parar la carrera porque en el puerto fronterizo de Izpegi había estallado una bomba al paso de la caravana publicitaria y se habían desprendido unas rocas que habían herido a un niño y habían cortado la carretera. Los ciclistas esperaron tres cuartos de hora, hasta que la zona quedó limpia y vigilada por la gendarmería, y la carrera se reanudó.
Los corredores que aspiraban al premio de la montaña pelearon en Izpegi, pasó primero Lucien Van Impe (ganador del Tour anterior) y el pelotón se reunió en la bajada al valle del Baztán.
- Después de Elizondo empezó la guerra, hubo muchos ataques y en uno de esos me fui con el italiano Rossi y con un belga -recuerda José Nazabal, del equipo Kas-. Subiendo al alto de Ezkurra se descolgaron y yo tiré solo.

Le quedaban más de cien kilómetros hasta Vitoria. Por detrás, los contraataques se anulaban unos a otros, el pelotón se dio una tregua y Nazabal alcanzó una ventaja de diez minutos.
- Era muy difícil mantener una escapada en solitario por todas esas llanadas de Navarra y Álava, pero cuando aceleraron a por mí ya era tarde.
Nazabal andaba muy fuerte. Ese mismo año había ganado una etapa de la Vuelta a España con final en el alto de Urkiola, también la Vuelta a Aragón y la Vuelta a los Valles Mineros, y pocas semanas antes del Tour había terminado sexto en una Dauphiné copada por Hinault, Thévenet, Van Impe, Zoetemelk o Merckx (casi nada: catorce Tours ganados entre los cinco). El año anterior había terminado tercero la Vuelta a España.
- Yo era un ciclista del montón, no ganaba mucho, estaba ahí para echar una mano a otros. Pero en la etapa de Vitoria tuve la suerte de pillar la escapada, de dejar atrás a mis compañeros y me salió todo bien -dice el corredor de Zaldibia, como si cualquiera pudiese sostener un pulso de cien kilómetros al pelotón en todo un Tour de Francia. Le recortaron cinco minutos, le sobraron otros tantos para alzar los brazos y entró con el maillot triunfal del Kas a la misma fábrica de la que había salido el equipo.
El navarro Miguel Induráin ganó el prólogo de 1992 en San Sebastián; al cabo de dos días el alavés Javier Murguialday se apuntó la etapa que iba desde la capital guipuzcoana hasta Pau; el vizcaíno Roberto Laiseka y el asturiano Samuel Sánchez ganaron con el maillot de Euskaltel en Luz Ardiden en 2001 y 2011 cuando la marea naranja convertía los Pirineos en una extensión del País Vasco. El Tour de 2023 ofrecerá otra vez a los ciclistas vascos la ventaja de conocer el terreno y correr con una motivación efervescente: la ventaja de competir en casa.
Autor: Ander Izagirre