Departamento de Cultura y Política Lingüística

Premios Gure Artea 1996




 

Se mueve

Con la edición de 1996 el premio Gure Artea emprende una nueva etapa, en la que actualiza objetivos y vertebra en torno a sí una serie de actos tanto para fomentar el debate entre los distintos productores culturales como para favorecer la difusión social del arte contemporáneo.

Gure Artea evoluciona y adecua su fórmula para comportarse como marco de debate artístico y foro de comunicación social. Los cambios no sólo suponen crear estímulos a los artistas al permitir la ampliación de prácticas sin distinción y propiciar un mayor enriquecimiento en la confrontación de propuestas, materiales y procedimientos, sino también y sobre todo persiguen el potenciar la vivencia del hecho artístico, posibilitando el hábito de la lectura creativa.

Con la concesión de los Gure Artea, la institución premia la excepcionalidad de la propuesta artística y la generosa contribución creativa, sin que el autor entregue nada a cambio sino el trabajo que habitualmente realiza.

Los premios Gure Artea eliminan las especialidades y suprimen el escalafón. Haciendo una tabla rasa de disciplinas y galardones, se trata tanto de asumir la ecléctica realidad de la plástica contemporánea como de no ir contra la naturaleza del arte cuya esencia entra en colisión con el medallero de la competición deportiva. Además, en la anterior división encajaban no sin dificultad los distintos mestizajes y maridajes de materiales así como quedaban fuera la instalación, la performance o los distintos ámbitos vinculados al vídeo.

Ante todo, se trata de ampliar la oferta generando una plataforma de divulgación y promoción, conceptos diferenciados que deben concatenarse. Por un lado se intenta atraer y llevar a la sociedad hacia el arte. Y por otro, de implantar el conocimiento de los más importantes autores y sus obras tanto en el contexto vasco como fuera de él.

No existiendo demasiados espacios para el contraste y la comparación artística que ayuden a clarificar socialmente la valoración de los trabajos concretos, las exposiciones de los concursos son unas de las escasas oportunidades de poder analizar colectivamente y de cara a las obras. Es cierto que los premios no son la mejor ni la única manera de contrastar totalidad del espectro creativo, sin embargo cumplen un papel sobre todo cuando no existen otros foros teóricos ni abundan los marcos expositivos en los que los distintos agentes culturales expongan sus criterios.

Desde el punto de vista del creador, el certamen tiene el papel de poner las bases para que se produzca el trabajo artístico en libertad. Con el fin de renovar la actividad plástica y para el surgimiento de nuevos autores, no se ponen cortapisas y se amplían las experiencias a los campos más experimentales y alternativos cuyas actividades por su novedad y escaso apoyo, necesitan de estímulos sobreañadidos para manifestarse.

En su apertura a la sociedad, a Gure Artea le corresponde el crear las condiciones para que el espectador pueda conocer esas prácticas, para ello es importante realizar no sólo un adecuado montaje expositivo, sino también catálogos y folletos divulgativos, proporcionando las herramientas necesarias para acercarse a la obra.

Con el objeto de formar al público y a fin de despertar la atención social, se dispone un lugar en la muestra destinado a la comunicación y la información con dossieres, catálogos y diapositivas que amplían la información sobre lo expuesto, permiten contextualizar, ayudan a explicar cada pieza y tratan de promover un más intenso debate sobre el propio hecho artístico.

La existencia de guías y un programa didáctico durante todas las horas de apertura, persigue que la exposición pueda ser recibida de una manera más cercana por los distintos espectadores y niveles culturales.

Para propiciar el diálogo y la confrontación, también se organizan una serie de mesas redondas con los artistas, cuya actividad está principalmente destinada a las gentes del arte a fin de incrementar y favorecer la circulación de ideas y proyectos.

Además de las medidas tendentes a la divulgación de las artes plásticas y visuales en el contexto vasco, se va a celebrar una exposición itinerante de los ganadores por distintas ciudades del estado.

 

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El sujeto creativo contemporáneo es heterogéneo y sus propuestas se diseminan en gran cantidad de argumentos. La selección asume tales premisas en un arte que muchas veces es síntesis de experiencia y conocimiento.

El individuo es puesto en cuestión por obras como las de Alberto Peral o Sergio Prego. Con total consciencia, el trabajo fotográfico de Peral parafrasea "El artista como fuente" de Bruce Nauman y posibilita una revisión del sentido. No se trata de una reflexión fría e intelectual sino de una imagen cálida y sensible. Autoefigiándose de modo frontal, somete a interrogación al propio fin del artista, un yo creativo cuyas manos doradas y la máscara en forma de huevo funden los dos polos, uno -no puede vivir ni actuar sin el otro. Creando previamente el atrezzo de una realidad nueva, Prego sitúa la cámara en un espacio claustrofóbico y absolutamente cerrado. Allí y como atrapado, el individuo con espíritu de aventura no cesa en la búsqueda de algo que se escapa.

La presencia de la mujer y su rol se observa en Estíbaliz Sádaba y Susana Garay. El uso del vídeo por parte de Sádaba no trata de exaltar al medio sino de transmitir eficazmente un mensaje, cuyo fin no es aceptar el papel social femenino sino crear una dimensión crítica perturbadora. Los cuadros de Susana Garay se acercan alegóricamente al cuerpo de mujeres como colgadas y sujetas en el aire. Recordando las evocaciones femeninas de Marlene Dumas, mezcla los conflictos íntimos y los síntomas sociales que habitan en la situación solitaria de las mismas.

La ruptura de la unidad y la reflexión sobre el medio van iinpueitos en los trabajos de creadores tan diversos como José Ramón Amondarain, Luis Candaudap, Edu López, Begoña Zubero, Mikel Bergara e Iñigo Royo.

Mientras que las neo y posvanguardias de posguerra valoran la personalidad del estilo Y buscan la coherencia de la unidad propiciando cierta inmovilidad plástica, el constante cambio es una particular seña de identidad en las pinturas de Candaudap, Edu López y Amondarain. A través de las distintas extensiones de la cultura del yo, la variabilidad de su obra afirma una irrefrenable facilidad expresiva y certifica su gran capacidad creativa y productiva. Luis Candaudap rompe con el espacio monofocal y plantea una aglutinante concatenación de elementos. De modo fragmentario y secuencias exhibe gran cantidad de recursos y propone una continua interrupción plena de microsensaciones. Estructurando un todo coral, la acumulación de Edu López se produce mediante la yuxtaposición de pequeños cuadros apenas separados entre sí. Crea un zapping continuo que proporciona la idea de un yo desplazado y en continuo viaje. José Ramón Amondarain contrapone ámbitos como la pintura y la escultura por medio de una común materia pictórica. Con grandes movimientos, mueve el color de modo organizado y diseminado proporcionando valores visuales y táctiles.

Begoña Zubero rompe con el lugar común de la fijación de un instante real y propone unas imágenes cuyas condiciones abstractizantes no permiten reconocer fácilmente el motivo captado por la cámara. De modo secuencia¡ la pieza está compuesta por la suma de tres instantáneas. Sin concesiones al gusto colorista ni a las facilidades técnicas del medio, es una obra plena de reflejos luminosos que se debaten entre lo cálido y lo frío con alusiones al ojo.

El soporte elegido por Mikel Bergara e Iñigo Royo determina la conjunción de las piezas y su percepción unitaria. Bergara se apropia de lugares pertenecientes al contexto del arte. Con la reproducción de distintos espacios artísticos. tematiza el sistema expositivo, como antes hicieran creadores como Haacke en 1958 y más recientemente Louise Lawler, Themas Struth o Stephen Prina, evidenciándolo de una manera velada y despojada. Iñigo Royo utiliza el papel fotográfico sin bastidor y acepta la casuística de¡ azar con imágenes enlazadas procesualmente, como partes de un todo más complejo.

El interés por lo procesual y lo efímero es también importante en las piezas de Francisco Ruiz de Infante, Itzal y Jon Mikel Euba. La instalación de Francisco Ruiz de Infante forma parte de la serie "Bestiario" y es tan compleja y densa de sentido como todos sus últimos trabajos. El conocimiento, la memoria y el inconsciente son sus detonantes. El trabajo de Itzal ofrece la huella de un proceso, como directa consecuencia de una previa expenenciación vivencias. Entre el objeto y el sujeto hay una implicación tanto por el rastro dejado como por estar compuesto por pieles de naranjas, única comida de la artista durante siete días. Jon Mikel Euba amplía las dimensiones y propone la elaboración de un mural directamente elaborado en la sala, lugar donde el proceso configura el proyecto y lo afecta. Los grandes dibujos de caras propician una gran descarga interior que contrasta con su vocación de terminar con la exposición.

En adecuada síntesis de experiencia directa y conocimiento historiográfico, Jose Ramón Ais presenta un folleto turístico-cultural con fotografías y textos. La labor documental implica la propuesta de llevar a cabo un recorrido artístico por la ciudad. A través de la memoria del fragmento, propone un viaje contextual, mental y físico, cuyo fin es unir lo disperso, dar a conocer y reconstituir el pasado.

Lo interactivo participa en las piezas de Josu Rekalde y Asier Pérez. Rekalde busca la alianza de la oscuridad para proponer un trabajo que necesita ser activado por el espectador. La naturaleza de los distintos tipos de imágenes y sonidos dependen de la posición de un vaso sobre una mesa. Proyectado el vídeo sobre otra mesa trapezoidal, se aborda el tema de la violencia. La instalación de Asier Pérez nos introduce en una caseta metálica. De modo interactivo al entrar se pone en marcha toda una serie de elementos, desde la música o la luz hasta la cocina. Sus continuas interrupciones hacen difícil e incómoda la percepción del entorno.

La ficción y la cotidianeidad son elementos de un debate consciente en Fco. Javier Murugarren e Itziar Okariz. Murugarren concatena escenas y sonidos con riqueza de efectos visuales, frescura vivencias y sublimación secuencias. Okariz expresa hábitos tan normales como saltar y bailar. Utilizando su propio cuerpo como soporte de experiencias desde y con las que escudriñar la exterioridad, registra sus acciones en distintas fotografías y un vídeo. Arte del comportamiento que trascendentaliza los hábitos cotidianos y los convierte en percepciones entre comunes y extraordinarias. Perturba e interroga con unas imágenes asfixiantes y crea cierta ambigüedad entre la vida y el arte, proporcionando las nociones de excepcionalidad y de resistencia, paradigmas para triunfar en el sistema y las instituciones creativas.

El cuerpo queda más o menos directamente aludido e implicado en gran cantidad de trabajos. Desde en la instalación de lñigo Cabo, hasta las presencias anatómicas en las esculturas de Bene Bergado, Txaro Fontalba, Ana Laura Aláez, Javier Pérez y Dora Salazar, o las consciencias latentes de Juan Carlos Meana o Mabi Revuelta.

Bajo una doble perspectiva, litigo Cabo presenta multitud de pequeños cristales. Aparecen punzantes en el vídeo, y corno alfombra brillante en el suelo de la sala. Con los efectos cortantes en el monitor y la aparente imagen luminosa de la realidad, consigue matizar su conocimiento y evidenciar la relatividad de la mirada.

La asunción corporal tiene en Bene Bergado una idea de metamorfosis. Con un volumen compacto invita tanto a lo táctil como a lo visual, estimulando imágenes dobles. entre animal y cuerpo humano, entre natural y artificial. Txaro Fontalba fija su atención en el corazón, asume las connotaciones de sus dos piezas en directa relación con las de los materiales utilizados. Con la inclusión objetuál de sendos desatascadores, perturba su fisicidad y amplía el sentido hacia significaciones e implicaciones nuevas.

En otras piezas, cierta levedad y fragilidad material evocan volúmenes anatómicos metamórficos. La obra de Ana Laura Aláez tiene algo de parodia comiquera de lo humanoide. Con no poco humor tal ser inspira ternura e instinto de protección. Pleno de sensibilidad y vivencias íntimas. Javier Pérez alude al cuerpo mediante una camisa transparente cuyas mangas acaban en sendos globos que la sostienen flotante en el aire. Mientras que Dora Salazar propone volúmenes blomárficos, entre el delirio formal y el vigor constructivo. Siendo el reciclaje una de sus constantes, construye con hierro y cristal un jardín cuyo imaginario parece reenviamos al Bosco.

En el trabajo de Juan Carlos Meana, la presencia física del cuerpo está simplemente aludida con una especie de gran cama colocada en vertical y por despieces de yeso colgados como exvotos. Cierto sentido religioso también se desprende en el martirologio de Mabi Revuelta. Los distintos elementos penden asimismo de largas cuerdas y tienen implicaciones acerca del comportamiento cotidiano. Las historias de San Jenaro, Santa Apolonia o San Pantaleón son acompañadas de alusiones a los sufrimientos físicos mediante elementos como muelas y agujas.

El metalenguaje objetual es cosa de lbon Aranberri y Juan Carlos Román. Bajo la apariencia de una estructura primaria con vocación metalingüística, lbon Aranberri propone un objeto ambiguo y paradójico por sus relaciones de familiaridad con elementos de los juegos infantiles. La apropiación objetual le sirve a Juan Carlos Román para dirigir su mirada hacia el contexto artístico de las vanguardias históricas, cuyo fin era tanto incidir en lo estético como en la conformación de un hombre nuevo. El equilibrio articulado por platos, pelotas de ping pong y huevos, sintetiza la exquisitez formal del blanco sobre blanco de Malevitch y las recontextualizaciones objetuales de Duchamp.

Con afán de independencia Y no poco altruismo, el arte debe permanecer inasequible al desaliento, vencer a la rutina y la pereza, luchar contra la soledad y enfrentarse a los cantos de sirena del prestigio y las ventas. El poder y la riqueza representan valores ajenos a la labor intelectual y artística. Sólo la creatividad repartida en mil procedimientos y materiales es su destino. El trabajo de los productores de cultura no termina en sí mismo, debe confrontarse y tiene que abrirse al resto de la sociedad, implicando y reflejando, sensibilizando y extendiendo el conocimiento, perturbando la percepción y transgrediendo las certezas. Tachado de copista por algunos, mil veces muerto, y sin embargo se mueve.