Premios Gure Artea 2006
En torno a un premio y una exposición
Ismael Materola Ispizua
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III
Otro de los problemas que se han constatado estos últimos años es la falta de riesgo en la selección, además de la confusión entre la selección de artistas o de obras, ya que muchas veces se tiende a seleccionar alguna obra de un artistas más o menos conocido e interesante sin tener demasiado en cuenta que la obra sea interesante o no.
Por último, la falta de interés y fuerza de muchas de las exposiciones del Gure Artea se deben a que la mayor parte de las obras expuestas suelen ser conocidas por haberse mostrado en exposiciones colectivas o individuales de los artistas seleccionados. Además muchas veces han sido expuestas en mejores condiciones y en contextos más interesantes para la apreciación correcta de las obras.
En cuanto a los premios, no suele haber grandes sorpresas ya que se reparten entre 10 artistas que lo merecen de entre 30 y 40 años que mencionábamos antes. Cada dos años tres de ellos reciben el premio que si no llega ese año llegará en la siguiente convocatoria.
¿Necesidad de los premios Gure Artea?
La afirmación de Alicia Fernández al comenzar el texto en la que planteaba que los premios Gure Artea estaban fuera de toda duda ha quedado matizada durante estos últimos 6 años. Las críticas van dirigidas en dos sentidos, por un lado el premio tiene problemas de definición y por lo tanto puede cambiar, (y de hecho pienso que el cambio es una característica positiva del certamen), o por el contrario la fórmula de los premios en artes plásticas no tienen vigencia hoy en día y deben desaparecer.
La primera alternativa no cuestiona el premio en sí y adaptando el certamen a los cambios necesarios aceptaría la convocatoria y los premios. La otra por el contrario opina que la fórmula de los premios es obsoleta y los nuevos tiempos del arte necesitarían nuevas estructuras e infraestructuras ya que los premios serían una fórmula que los años 80 continuaron de modelos decimonónicos, como planteaba Peio Agirre.
Creo que esta segunda postura tiene un pequeño problema de razonamiento mínimo de los argumentos que la apoyan. La pregunta inmediata sería: ¿por qué no son válidos los premios hoy en día? Se argumenta que el arte ha cambiado, pero eso no quiere decir que haya cambiado totalmente, o que un premio no se pueda adaptar a los cambios. Además, ante la falta de políticas de ayudas al arte, los premios pueden considerarse como una buena ayuda tanto económica para el artista como de promoción para el arte y los artistas, sobre todo hasta que se pongan en marcha las “nuevas” infraestructuras que requeriría ese “arte nuevo”.
Deberíamos analizar las distintas fuentes de ingreso de los artistas en la actualidad y nos damos cuenta que, además del mercado privado, las ayudas públicas son una vía válida para corregir las “deformaciones” que inevitablemente surgen en el sistema de galerías. Normalmente cualquier sociedad civilizada piensa que es oportuno ayudar el trabajo de los artistas y muchas veces, estas políticas sirven de indicadores del nivel cultural de una sociedad.
Pero las ayudas de las instituciones públicas pueden ser diferentes. Por un lado algunas prefieren organizar premios que promocionen a los artistas (y por que no decirlo, a ellas mismas) además de ayudarlos económicamente; otras prefieren comprar obra, y finalmente, otras dedican parte del presupuesto de promoción cultural a las ayudas a la creación. Incluso hay instituciones que combinan algunas de ellas o las tres.