Deia
11/10/2017

'Euskal Harria', luceros en la oscuridad

Euskaltzaindia celebra hoy el 50º aniversario de la publicación de ¿Euskal Harria¿, obra de Gabriel Aresti que contiene grabados de Agustín Ibarrola, dos amigos que lucharon contra el franquismo desde la cultura
Un reportaje de Uxue Razkin

 

Los bolsillos de su chaqueta no eran bolsillos, parecían alforjas. Gabriel Aresti, como poeta de gran vocación, acostumbraba a escribir en cualquier sitio y utilizaba todo tipo de papeles para hacerlo. Todo parecía servirle: la servilleta grasienta de una cafetería, cualquier trozo roto a toda prisa de una página de balances... A Gabriel le venía la inspiración, lo escribía y punto. Todos aquellos garabatos, que más adelante se encargaría de pulir, aguardaban en esa especie de bolsa de tela henchida. Las letras pesaban. Abultaban. Importaban.
La poesía de Aresti rompió moldes y empezó por las dimensiones de sus prendas. “Era impresionante”, comenta Meli Esteban, viuda del escritor bilbaino. “Tiene que haber cantidad de poesía por ahí porque Gabriel lo daba todo”, añade.
Así podría haberse gestado el poemario Euskal Harria, que vio la luz, con muchas dificultades -censuraron muchos de sus poemas y dibujos-, en 1967, y que contenía los grabados de su amigo Agustín Ibarrola. Hoy se cumplen cincuenta años desde que se publicó la obra, y por ese motivo, Euskaltzaindia organiza en colaboración con la Asociación Gabriel Aresti, una jornada en la que se recordarán la vida y trayectoria del escritor y académico de Euskaltzaindia. Ibarrola también será homenajeado, ya que cedió sus grabados para la primera edición.
Su hijo, Jose Ibarrola, recuerda la figura de su padre y de Aresti, que en aquella época eran “potentes dentro del panorama cultural” y su relación, confiesa, fue “muy natural”. “Recuerdo las grandes discusiones que tenían en un caserío que lo quemó la extrema derecha en 1975, en noviembre, unos pocos meses después de la muerte de Aresti”. Ese caserío, según explica, era un lugar de encuentro clandestino. “Recuerdo a Gabriel como una figura muy vehemente, con mucha pasión; lo recuerdo poniéndose rojo. Se tenían un afecto entrañable; eran discusiones de dos personas que se querían mucho”, aclara.
“Gabriel era muy visceral”, confiesa Meli y añade que “las discusiones las llevaba hasta sus últimas consecuencias”. Asimismo, comenta que con Ibarrola tenía “sus diferencias” pero se llevaban “de maravilla”: “Eran un matrimonio estupendo”, relata entre risas.
Agustín y Gabriel se conocieron en el bar La Concordia. Las voces, el humo y las palabras se mezclaban en un espacio donde solía reunirse lo más granado del panorama cultural. “Gabriel iba con gusto. Le llevó por primera vez su hermano Juan Mari, que también era escritor. Gabriel era el más joven y le miraban un poco raro. Era el único euskaldun y abertzale...”, recuerda Meli.
El deseo de colaborar en el libro nació de una forma “muy natural”, según cree Jose, aunque en ese proceso tan ilusionante se toparon con la censura: “Sé que algunos grabados no pudieron ser publicados”. Para Meli la idea fue “bonita” pero arriesgada, ya que según recuerda, Ibarrola, en aquellos años, estaba en la cárcel. “No pudieron meter todo lo que ellos hubieran querido”, apostilla, aunque termina diciendo que “Gabriel pensaba que Euskal Harria era mejor libro que Harri eta herri”.
Jose, por su parte, insiste en que en aquella época “lo normal era que la gente progresista, la gente de izquierdas, fuera de la tendencia que fuera, se juntara y hablara. Realmente se daba una pluralidad dentro del mundo clandestino”. Asimismo, explica que lo que les unió fue que en su ADN ambos tenían las “ansias de libertad y de justicia”.
Meli recuerda a Agustín como una persona “entrañable” e inevitablemente cuenta un episodio emotivo. Cuando Gabriel falleció, Ibarrola le regaló unos grabados porque la situación de la familia era “precaria”. “Tuvo ese gran detalle, nos los dio con la idea de ayudarnos económicamente”.
poesía social Jose Ibarrola cuenta que Gabriel “no concebía la poesía como algo ajeno al mundo, como una cápsula encerrada en sí misma, sino como un instrumento de transformación social, una manera de narrar lo que estaba pasando”. El propio Aresti lo escribió una vez: Esanen dute / hau /poesia / eztela,/ baina nik / esanen diet / poesia / mailu bat/ dela (Dirán que esto no es poesía pero yo les diré que la poesía es un martillo).
Ibarrola se encontraba en la misma línea con sus grabados que reflejaban el trabajo del pueblo. “La salida al franquismo tenía que ser una salida donde la sociedad tuviera que participar. Gabriel apela al pueblo, los protagonistas de esta historia”, resume.
Según Jose, la poesía que hacía Gabriel tenía “una voluntad realista que proponía preguntas”. Al mismo tiempo manifiesta que ambos intentaron traducir desde la metáfora, “casi desde el realismo”, lo que estaban viviendo. Además, menciona que en aquella época había “una plataforma para mostrar una cierta resistencia”. “Dentro de las inmensas dificultades, fue un momento muy rico en colaboración y en encuentro entre diferentes”, opina. Del mismo modo, Meli dice con resignación que “ahora se ha perdido ese afán por juntarse entre gente que piensa diferente”.
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