La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, han elaborado una guía dirigida a impulsar la creación de entornos amigables para las personas mayores en la que se describe el marco de implementación de los programas de envejecimiento saludable y la promoción de planes locales de acción que fomenten la inclusión de las personas mayores en la comunidad.
Se entiende por entornos amigables con la edad a todos aquellos hogares, comunidades o ciudades que fomentan el envejecimiento saludable mediante la creación o recuperación de espacios o actuaciones diseñadas para el mantenimiento de las capacidades funcionales de las personas a lo largo de su vida. Tal y como se recoge en el informe, “las ciudades y comunidades amigables con las personas mayores están diseñadas para dar cuenta de la amplia diversidad de personas mayores, promover su autonomía, inclusión y contribuciones en todas las áreas de la vida comunitaria, respetar sus decisiones y estilos de vida, y anticipar y responder flexiblemente a las necesidades y preferencias relacionadas con el envejecimiento”.
Fomentar un envejecimiento saludable implica la interacción de muchos sectores (vivienda, empleo, sanidad, atención de cuidados de larga duración, etc.); en diferentes niveles de gobierno (local, autonómico y nacional), y contando con la implicación de numerosos actores, personas mayores, pero también organizaciones de personas mayores, tercer sector, organizaciones profesionales, académicas y sociedad en general.
En este sentido, la Red de Ciudades Amigables se centra en la acción local e identifica aquellos aspectos sustanciales para el bienestar cotidiano de las personas que habitan en una comunidad o ciudad, desde una perspectiva inclusiva en la que toma especial relevancia la participación de las personas mayores; a quienes se les da voz para la expresión de sus necesidades y/o iniciativas dirigidas a promover un envejecimiento activo y saludable.
Todas las acciones proyectadas se enmarcan en la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030) que se centra en cuatro líneas de trabajo: hacer frente a la discriminación por edad, transformar las comunidades para potenciar las capacidades de las personas mayores, ofrecer una atención integrada y centrada en la persona y; favorecer una mayor coordinación entre los servicios sanitarios, los servicios comunitarios y la atención a largo plazo a fin de responder a las necesidades actuales de la población mayor.
En este marco, los programas de ciudades y comunidades amigables con las personas mayores se presentan como activos que favorecen no sólo la inclusión de las personas en la comunidad sino también, la permanencia en ésta durante un mayor tiempo. Entre los ejemplos que la guía señala la respuesta que estos programas tuvieron durante la pandemia de COVID-19 identificando a mayores solos, acompañándolos y apoyando las necesidades que presentaba este colectivo. Según recogen los autores de la guía, “las ciudades y comunidades amigables con las personas mayores son más capaces de responder a contextos cambiantes y continuar satisfaciendo las necesidades de las personas mayores, sus familias y comunidades. En crisis y emergencias humanitarias, cuando las personas mayores son comúnmente marginadas, los programas amigables han demostrado disposición, resiliencia y capacidad de respuesta al desafío”.
Para la implementación de los programas de ciudades y comunidades amigables es necesario propiciar las siguientes condiciones: trabajar el proyecto en conjunto con otros actores, establecer un liderazgo claro, contar con la participación de las personas mayores, identificar fuentes de datos fiables, disponer del conocimiento y fuentes de financiación para llevar a cabo las acciones proyectadas, utilizar una metodología propicia para escalar la iniciativa más allá del ámbito local. En esta línea es de destacar la experiencia de países como Australia, Canadá, Chile, Francia, Irlanda, Japón, Nueva Zelanda, España, Reino Unido y EE. UU., en los que se han realizado importantes avances en esta materia.
Asimismo, la implementación debe darse desde una perspectiva de “integración vertical” que implique a la gobernanza local pero también a los gobiernos regionales y nacionales y, desde una perspectiva de “integración horizontal” entre actores y agentes de diferentes sectores de la sociedad (entre sectores), con un elevado nivel de compromiso público.
Por último, las/os autores de la guía señalan seis elementos clave que se encuentran interrelacionados entre sí, y que deben estar presentes de manera transversal en el diseño y desarrollo de dichos programas. Estos elementos son:
- Creación de asociaciones, redes y alianzas entre las partes interesadas. Se trata de identificar y establecer vínculos entre las partes definiendo la organización que traccionará y coordinará el proceso. Es importante en este punto, definir roles y responsabilidades.
- Liderazgo y visión estratégica. Se busca el desarrollo de un liderazgo colaborativo, así como el establecimiento de un clima de confianza y de responsabilidad compartida entre todos los agentes participantes tendentes al consenso. Un paso importante es el integrar las propuestas de las personas mayores en las agendas y planes de desarrollo.
- Recursos humanos, financieros, institucionales y culturales. Se orienta al mapeo y aseguramiento de los recursos humanos, financieros e institucionales para la puesta en marcha de entornos amigables. Requiere transparencia y rendición de cuentas.
- Propiciar condiciones adecuadas para el desarrollo de capacidades y procesos. Se trata de favorecer la creación de nuevos procesos y el desarrollo de conocimientos, habilidades, capacidades y prácticas relevantes para la comunidad. Asimismo, se busca el aprendizaje y el intercambio, así como el apoyo entre iguales.
- Conocimiento, investigación e innovación. Se enfoca en el apoyo de la investigación e innovación promoviendo la participación significativa de las personas mayores. Se pretende facilitar la financiación y la asignación de recursos para la investigación en programas de entornos amigables con las personas mayores.
- Seguimiento y evaluación. El objetivo último del seguimiento es apoyar la elaboración de un plan que garantice la disponibilidad de los datos precisos de cara a analizar los progresos realizados, así como el impacto de las acciones desarrolladas en las comunidades o ciudades amigables con las personas mayores.
La puesta en marcha de estas acciones contribuirá al desarrollo de entornos en los que envejecer sea una oportunidad en lugar de una rémora y donde afloren iniciativas que refuercen la comunidad, y de las que se beneficien también otros sectores de la población como niños/as, jóvenes o la sociedad en general. Se trata, en definitiva, de crear espacios que garanticen la realización de los derechos de las personas mayores y les permitan desarrollar su proyecto vital hasta el final.
Para más información, puede consultar la guía íntegra a través del siguiente enlace: “National programmes for age-friendly cities and communities: a guide (Naciones Unidas, 2023)”.