Departamento de Salud / Igualdad, Justicia y Políticas Sociales

Ciudades que cuidan

Fecha de publicación: 

Equipo de Coordinación Sociosanitaria

 Reproducción parcial de la portada del documento 'Libro Blanco de ciudades que cuidan' (Fundación Mémora, 2021)

Reproducción parcial de la portada del documento 'Libro Blanco de ciudades que cuidan' (Fundación Mémora, 2021)

Con el objetivo de avanzar hacia un nuevo modelo de ciudades que presten atención al valor ético del cuidado y a la capacidad de cuidar en el contexto de las sociedades que envejecen, la Fundación Mémora presenta las reflexiones de más de 100 personas expertas en 22 áreas de conocimiento que componen una propuesta multidisciplinar para prosperar 'hacia una sociedad cuidadora que abandone el individualismo y piense en el beneficio colectivo, bajo la premisa de que todas las personas,' en un momento u otro de la vida, pueden ser dependientes y requerir cuidados.

El 'Libro Blanco de Ciudades que Cuidan' es el resultado de la celebración del Foro de debate organizado por la Fundación Mémora durante el tiempo de pandemia por la COVID-19, desde marzo de 2020 a diciembre de 2021. Estas reflexiones fueron efectuadas de acuerdo con una metodología que diferencia tres fases:

  1. Fase de reflexión escrita, con una orientación conceptual amplia, sobre la idea de sociedad cuidadora en el marco del área de conocimiento del grupo. El resultado se concreta en un cuaderno divulgativo/científico que refleja la opinión del grupo.
  2. Fase de mesa redonda, en formato webinar, con las personas integrantes del grupo que reflexionaron conjuntamente sobre el trabajo realizado a fin de concretar sus reflexiones de manera más aplicada a una ciudad
  3. Fase de conferencia, con la celebración de la I Conferencia de Ciudades que Cuidan, donde presenta el trabajo realizado en forma de Libro Blanco.

Los grupos dan cuerpo a un bloque temático de contenidos que concluye con un decálogo de ideas fundamentales. Los grupos organizados versaron sobre:

  • Sociedades que cuidan, introduce el valor del cuidado en el discurso ético, más allá de la moral entendida como el modo de relacionarse entre sí por parte de las y los integrantes de una comunidad, con el modo de asumir deberes y responsabilidades que conciernen a unos/as y a otros/as, y no exclusivamente al Estado. La moralidad se relaciona con la capacidad de dar respuesta a la interpelación del otro que pide ayuda o reconocimiento, y supone referirse al cuidado como valor y al ejercicio de cuidar unos/as de otros/as como un deber moral básico. Para ello es necesario comprender la interdependencia del ser humano, cuestionar la división del trabajo establecida en base al binomio público/privado, desnaturalizar el cuidado como algo exclusivo del género femenino y entender el cuidado como un valor público y no solo privado.
  • Ética, que aborda la a vulnerabilidad, intrínseca a la condición humana, y que convierte a las personas en seres dependientes de otros. L vulnerabilidad en sentido ético tiene un carácter prescriptivo y el cuidado constituye un elemento imprescindible de la vida común y de valor público.
  • Soledad, a fin de incorporar su consideración a lo largo del ciclo vital y en el entono de cuidados como un factor complejo y dinámico que requiere intervenciones también en el ámbito comunitario y conectadas con lo local, aprovechando los recursos existentes y el trabajo en red. Al respecto se identifica la necesidad de realizar investigaciones longitudinales y de cohortes que incluyan cuestiones sobre relaciones, soledad y aislamiento, vinculada a factores de riesgo y variables moduladoras.
  • Médicos, como bloque destinado a abordar desde la perspectiva histórica el papel del personal facultativo como sanador (que no cuidador) y su relación con la provisión de cuidados como función realizada desde una estructura social, la familia, adjudicada casi en exclusiva a las mujeres. En el actual contexto social de cambios (de la estructura familiar, de los roles de cuidados, con el acceso mayoritario de la mujer al mercado laboral, etc.) y con la incorporación del estado de bienestar en la tarea de cuidados, las personas del grupo identifican una nueva segregación entre el rol de curar y el de cuidar que provoca que las y los profesionales de la medicina y a las personas más vulnerables queden en una 'tierra de nadie' llamada espacio sociosanitario. Una de las propuestas de actuación ante esta separación de roles se encuentra en el reconocimiento por parte de las y los profesionales facultativos/as de la comunidad como parte de su compromiso con la salud y el impulso de la salud pública como un elemento esencial del sistema de salud.
  • Educación, como área que trata la importancia de la interdependencia del ser humano y su doble condición de provisor y receptor de cuidados en un marco para el que se plantea la necesidad de evolucionar en aspectos que contribuyen al desarrollo de las personas y a la madurez de conceptos como la igualdad, el respeto, el reconocimiento de la diferencia, el reconocimiento de la persona como ser social y comunitario, bases fundamentales del progreso para lograr una sociedad que cuide. Visibilizar los cuidados en cuanto dimensión habitualmente ajena al ámbito empresarial o mercantil supone situarlos en el cetro de los procesos económicos y reconocer en estos una gestión para el mantenimiento cotidiano de la vida que conjuga lo material e inmaterial con lo afectivo y relacional. Para ello la educación en igualdad se convierte en un reto fundamental y la escuela el espacio en el que enseñar a establecer relaciones de cuidado.
  • Modelo sanitario, plantea la conveniencia de revisar el actual modelo de funcionamiento de salud pública y apuesta por la creación de Agencias de Salud en las CC.AA. siguiendo el modelo de estructural, coordinado y colaborativo de la Organización Nacional de Trasplantes. Se realiza una reflexión en torno al perfil de las personas mayores que residen en centros residenciales, creados inicialmente como recursos de carácter social y sustitutivos del hogar que albergan en la actualidad a una población mayor dependiente, con alta carga de enfermedad en recursos que no alcanzan a dar respuestas a sus necesidades de salud. En este sentido, se propone reconocer y conceptualizar la asistencia sanitaria en el entorno residencial como un nivel diferenciado de la atención primaria y de la atención hospitalaria, con plena integración en el Sistema Nacional de Salud. Se subraya la necesidad de contar con una historia clínica y social integrada digitalmente y accesible a toda la red de atención social y sanitaria de modo que todos los agentes que intervengan en la atención a las personas tengan acceso a un mismo plan de cuidados.
  • Salud Pública, para la que se propone un papel importante en la promoción de la sociedad del cuidado, junto a su versión más local, la salud comunitaria. Entre las y los profesionales expertos de salud pública se aboga mayoritariamente por una mejora del enfoque y desarrollo de intervenciones de promoción de la salud, en particular de las actividades comunitarias en colaboración con ayuntamientos y otros sectores. Se apoya el desarrollo de interacciones cooperativas que contribuyan a potenciar el contacto y la cohesión social que generan bienestar entre personas involucradas en los asuntos de la comunidad. Calidad de vida y calidad de cuidados se encuentran imbricados.
  • Economía, también de los cuidados. El modelo y economía de los cuidados afronta una profunda crisis motivada por cambios sociodemográficos consecuencia del debilitamiento de los lazos familiares intergeneracionales, de la evolución de los roles intrafamiliares (con la normalización en la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo) y por el sostenido y progresivo proceso de envejecimiento poblacional que se acentuará con las generaciones del baby boom. Se defiende la puesta en marcha de intervenciones públicas basadas en capital social, en las que los municipios adquieren protagonismo en el diseño de los espacios como ejes fundamentales de socialización. Pero también se defiende la gestión colaborativa y la participación de la iniciativa privada en colaboración la dimensión pública y la comunitaria.
  • Social, es una de las dimensiones a atender para progresar hacia la ciudad cuidadora como solución para la soledad no deseada, el aislamiento y la exclusión social. La ciudad ha de concebirse como espacio configurador de estructuras de participación desde la proximidad de las relaciones sociales que se establecen sin dejar de considerar las nuevas formas de sociabilidad que se generan en las comunidades virtuales. La ciudad de los cuidados ha de contar con el liderazgo de los servicios sociales municipales, ejes vertebradores de la atención primaria y fundamentos para la planificación estratégica y de la acción comunitaria de pueblos, barrios y ciudades.
  • TICS, al servicio de la ciudad que cuida y que abarca una amplia variedad de formas de cuidado, de públicos diversos y vulnerables y de necesidades de apoyos. La tecnología es concebida como un elemento de apoyo (en forma de dispositivos, aplicaciones, redes sociales e iniciativas de innovación social, por ejemplo) en la provisión de cuidados en diferentes entornos, ya sean institucionales, comunitarios o privados.
  • Urbanismo y hábitat en la ciudad que cuida pasa por hacer de esta un espacio de inclusión social, con una ciudadanía cohesionada, corresponsable y comprometida y que entiende a esta como un espacio común; un espacio de todos con capacidad de resiliencia que transforma la vulnerabilidad en flexibilidad. Además de destacar la necesidad de desplegar iniciativas de formación continuada en valores cívicos, se subraya la importancia de desarrollar un modelo de gobernanza que incluya mecanismos de gestión que posibiliten el seguimiento de las acciones públicas en una ciudad que se adapta a los imprevistos y resiste, que favorezca la simultaneidad y la continuidad de usos, con cabida para modelos habitacionales flexibles y adecuados a las necesidades de las diferentes etapas del ciclo vital, que aproxime los equipamientos urbanos, que promueva la convivencia intergeneracional y evite la segregación y la marginalidad.
  • Política municipal, como ámbito de toma de decisiones políticas cuando el cuidado no se concibe solo como una cuestión de actitud. Se plantea la reflexión necesaria en torno a aspectos como el desarrollo de una renta básica vital, el replanteamiento de la temporalidad (en referencia al tiempo como elemento cotidiano y la necesidad de conciliación de diferentes dimensiones de la vida cotidiana), la potenciación de redes y grupos de apoyo mutuo (de base territorial, sectorial, etc.) y de dinámicas participativas locales, o de promoción de políticas de facilitación de apoyo para acompañar a los malestares de la vida cotidiana (prevención del duelo, abordaje de la soledad no deseada, transiciones vitales, etc.). No obstante, la ciudad de los cuidados ha de atender a la predilección prioritaria del grupo de personas mayores, que desean vivir en su entorno habitual, con el mayor grado de bienestar posible. En esta línea, la elaboración de mapas de riesgo por barrios o zonas de la ciudad contribuye a la identificación de elementos que favorecen o limitan la autonomía personal, entre otras cuestiones.
  • Legal, como instrumento que facilita que valores y acciones transiten del discurso a la práctica para fomentar actuaciones de promoción de entornos para el envejecimiento activo, saludable y respetuoso con los proyectos vitales. Se trata de lograr concretar un enfoque basado en derechos y responsabilidades de la ciudadanía y traducir la exposición de tales derechos en medidas que garanticen su ejercicio (para visibilizar los cuidados, de apoyo a personas cuidadoras no profesionales, de estudio de los criterios de copago, de incorporación de la valoración social y ética en los procesos de contratación de servicios por las Administraciones Públicas, o el desarrollo normativo de la educación intergeneracional en valores).
  • Psicólogos, que plantean la empatía como capacidad innata del ser humano que precisa del desarrollo en las personas para generar la capacidad de conexión íntima, para desarrollar y aprender habilidades y comportamientos empáticos. La empatía tiene un componente cognitivo (ser capaz de adoptar la perspectiva de otra persona) y, además, implica la capacidad para regular y modular las emociones, impidiendo dejarse arrastrar por las emociones de quien sufre. La teoría del apego es fundamental para comprender que la inteligencia (también emocional) posibilita el desarrollo desde el nacimiento. Se nace desde el cuidado. El autonomismo, por contra, que lleva a unos/as a triunfar sobre el otro, a conseguir poder y dominar, impide comprender y desarrollar en el cuidado de nosotros mismos y de los/las demás.
  • Cultura, como ámbito en el que gran parte de la evidencia de su impacto social se ha centrado en programas de intervención comunitaria relacionados con las artes como potenciadoras de habilidades comunicativas, del trabajo en equipo y de una mayor conciencia y autocontrol personal. La cultura facilita la inclusión social de colectivos vulnerables, pero también la justicia social, la igualdad y la cohesión. La evidencia existente sobre el potencial cuidador de la cultura sirve de argumento para interpelar a todos los agentes sociales, en especial, aquellos con responsabilidades públicas, por la implementación políticas dirigidas a mejorar el estado emocional de la población más vulnerable. La solución a los problemas de estos colectivos en muchos casos no reside tanto en el sistema sanitario tradicional como en la capacidad cuidadora del entorno más próximo.
  • Farmacéuticos en una sociedad cuidadora en la que el cuidado tiene que ser un valor aportado y reconocido por las y los pacientes de modo que la práctica profesional de la farmacia conlleve la asunción de un rol proactivo como pieza en el proceso farmacoterapéutico ampliando dicho ámbito a los aspectos emocionales del/de la paciente como los miedos, la soledad, la fragilidad o la vulnerabilidad, entre otros. El papel integrador de la farmacia, ligado al concepto de gestión integral e integrada del paciente, ha de ser un motor de cambio de la práctica profesional que lleve a  mantener una comunicación fluida y permanente con todos los agentes del sistema de salud y social, y a aumentar la cooperación entre profesionales de forma reglada que, en el ámbito de la atención farmacéutica, se traduce en compartir modelos de prácticas entre la Farmacia Comunitaria y la Hospitalaria con una orientación al cuidado.
  • Investigación, que subraya la importancia de la calidad de vida versus la esperanza de vida al nacer y que nada indica sobre el grado de autonomía funcional con el que se viven esos años de vida ganados. Con un enfoque fundamentalmente sanitario que se ha centrado en los sistemas de salud, responsables de un 20% de la salud de las personas, se ha concedido una menor atención a las necesidades mayores, en particular de aquellas más vulnerables (en situación de final de vida, de soledad, o con una limitación de su autonomía funcional). Se apuesta por la investigación en un marco de innovación abierta (laboratorios vivientes, etc.) a fin de tener en cuenta perspectivas, vivencias, percepciones e interpretaciones y fomentar la Participación Pública en Investigación (PPI): la colaboración activa entre la ciudadanía y las/los investigadores en el proceso de investigación.
  • Voluntariado, para el impulso del cuidado horizontal, del autocuidado y del desarrollo de ayuda con fines de fortalecimiento de la propia comunidad desde la práctica de relaciones de proximidad. Se defiende la posibilidad de poner en práctica formas de cooperación más decidida y de responsabilidad compartida entre la esfera pública y la privada (fundaciones, asociaciones, cooperativas y otras formas de economía social). Este reconocimiento de servicio púbico y de interés público es básico para comprender la importancia que tiene la acción voluntaria en los colectivos y las personas, necesario atender como sociedad.
  • Enfermería, centrada en la reflexión sobre los cuidados enfermeros y la pérdida de la capacidad de cuidar en situaciones de aislamiento, soledad, indigencia, dependencia, abandono, etc., ante las que ha dejado de percibir, además, el deber moral del cuidado. La profesión enfermera aporta a la sociedad los cuidados de la salud, con función capacitadora para facilitar opciones de vida saludables, para velar por las personas con necesidad de cuidados y proporcionar un soporte de apoyo a las personas cuidadoras. El cuidado no es una posesión exclusiva de la enfermería, y constituye un desafío colectivo.
  • Envejecimiento, como proceso cuyos efectos sociales trascienden lo puramente demográfico y reproductivo y abarca dimensiones que caracterizan a una sociedad: actividad económica, acción política y estructuras de poder, actividad cultural, relaciones sociales, las perspectivas vitales, etc. En este contexto, una sociedad de consumo envejecida como la que representan las sociedades avanzadas -acostumbradas a segmentar la oferta de productos y servicios según las características de la demanda y los perfiles de los consumidores-, conlleva un cambio importante en la producción de servicios y productos adaptados a las necesidades y gustos de la población mayor debido a su mayor peso entre la población. Así, el consumo, que ha jugado un papel integrador en las sociedades industriales consumistas, se estratifica por colectivos de edad reforzando identidades propias en las nuevas sociedades.
  • Comunicación, como espacio para la reflexión en torno al papel de los medios públicos y la necesidad de que asuman una mayor responsabilidad social, ética y pedagógica. En las sociedades cuidadoras, su papel debería ser el de abordar el debate en positivo, y contribuir a agrietar o aligerar los tabúes sobre el final de la vida, entre otros. Se constata la existencia de edadismo en los medios de comunicación, de forma directa e indirecta. Durante la pandemia de COVID-19, las personas mayores fueron la única franja de edad que no pudo comunicar por si? misma sus reivindicaciones al no estar presentes en los medios. Se realiza una reflexión en torno a qué se consideran fuentes fiables de información (prensa tradicional, medios digitales, redes sociales, etc.) y a la necesidad de desarrollar un periodismo de verificación de datos.
  • Ecología y Medio Ambiente, que analiza a las ciudades como ecosistemas urbanos en donde los seres humanos constituyen su componente principal y representan los sistemas más complejos creados por la especie humana. La complejidad urbana atiende a la organización urbana, al grado de mixticidad de usos y funciones implantadas o a implantar en un territorio. Es el reflejo de las interacciones que se establecen en la ciudad entre los entes organizados: actividades económicas, asociaciones, equipamientos e instituciones. Se apuesta por el urbanismo ecosistémico que pone a las personas y a las leyes de la naturaleza en el centro del tablero de la planificación. Un tejido urbano pasa a ser ciudad cuando hay espacio público, y la plaza ha sido el lugar por antonomasia del espacio público. Se reivindica el modelo de ciudad compacta y cohesionada socialmente atenta a la vulnerabilidad social, la mezcla de rentas, culturas, edades y profesiones que tienen un efecto estabilizador sobre el sistema urbano.
  • Feminismo, responsable de señalar la división sexual del trabajo entre el ámbito público y el privado y que fundamenta la desigualdad entre hombres y mujeres de las sociedades modernas, tanto en términos de bienestar material y oportunidades como de reconocimiento de derechos sociales y políticos. Pese a que para algunos/as expertos/as, se refieren a la crisis de los cuidados en relación con la escasez de oferta en el contexto de una creciente demanda, desde los postulados feministas la crisis de los cuidados no es más que un reflejo de una reivindicación resuelta a medias: la paradoja es que al tiempo que buena parte de la reproducción social ha salido del ámbito privado de los hogares. Se destaca el paradigma de la inversión social en la infancia temprana y de las políticas de conciliación entre la vida familiar y la laboral, persigue nuevos equilibrios entre el crecimiento económico y el bienestar social.

En definitiva, las ciudades emergen como entornos de altas necesidades de atención social y sanitaria porque en ellas la pérdida de prestigio del valor del cuidado ha sido más profunda, más rápida y ha acabado afectando a sectores más numerosos de población, según afirman algunas de las personas expertas participantes en el Foro de debate organizado por la Fundación Mémora.

Soledad, alimentación inadecuada o deficitaria, aislamiento social, dolor, enfermedades crónicas, etc. plantean necesidades de atención sociosanitaria que, en ocasiones, tampoco afloran en forma de demanda formal de atención. En este marco, las diferentes visiones remarcan el valor público del cuidado y reivindican el papel de cuidadoras de las propias instituciones en el sentido de que sean estas también las que perciban necesidades y repartan responsabilidades. El objetivo de las políticas públicas no debe ser solo la provisión de cuidados, sino la promoción de un debate público sobre la prioridad en las necesidades y la asignación de responsabilidades.


En definitiva, las ciudades emergen como entornos de altas necesidades de atención social y sanitaria porque en ellas la pérdida de prestigio del valor del cuidado ha sido más profunda, más rápida y ha acabado afectando a sectores más numerosos de población, según afirman algunas de las personas expertas participantes en el Foro de debate organizado por la Fundación Mémora.

Soledad, alimentación inadecuada o deficitaria, aislamiento social, dolor, enfermedades crónicas, etc. plantean necesidades de atención sociosanitaria que, en ocasiones, tampoco afloran en forma de demanda formal de atención. En este marco, las diferentes visiones remarcan el valor público del cuidado y reivindican el papel de cuidadoras de las propias instituciones en el sentido de que sean estas también las que perciban necesidades y repartan responsabilidades. El objetivo de las políticas públicas no debe ser solo la provisión de cuidados, sino la promoción de un debate público sobre la prioridad en las necesidades y la asignación de responsabilidades.

La Fundación Mémora es una entidad sin ánimo de lucro cuya misión se orienta a 'proporcionar ayuda a la sociedad, dando soporte y mejorando la atención a las personas y familias en el proceso de final de la vida y a los profesionales sociosanitarios implicados en atenderles”' con un claro compromiso para evitar la vida y la muerte en situación de soledad no deseada. Su actividad se centra en cuatro ejes de actuación fundamentales:
- Acción social, orientada a proporcionar ayuda en el duelo por la pérdida a las familias y a los profesionales que se encuentran frente a un proceso de final de la vida.
- Sensibilización, a fin de divulgar un envejecimiento activo y saludable y facilitar la concienciación y la sensibilización de la sociedad frente al hecho de la muerte como parte de la propia vida.
- Investigación, con el objetivo de impulsar líneas de investigación o de innovación social para la mejora de la atención y la asistencia de las personas en situación de final de la vida.
- Formación, para impartir acciones formativas a los profesionales que atienden a las personas en el proceso de final de la vida y a sus familias.

Si desea conocer las reflexiones realizadas por las y los expertos en torno a las diferentes temáticas de reflexión sobre la ciudad cuidadora, puede acceder a la publicación “Libro Blanco de ciudades que cuidan' (Fundación Mémora, 2021)