Departamento de Salud / Igualdad, Justicia y Políticas Sociales

Las personas mayores en el centro de la dinámica familiar y de la transformación del modelo de cuidados

Fecha de publicación: 

Equipo de Coordinación Sociosanitaria

Imagen parcial de la portada del informe 'Envejecimiento y cuidados en el entorno familiar. Reflexiones sobre el envejecimiento que viene' (Unión de Asociaciones Familiares, 2022)

Imagen parcial de la portada del informe 'Envejecimiento y cuidados en el entorno familiar. Reflexiones sobre el envejecimiento que viene' (Unión de Asociaciones Familiares, 2022)

La Unión de Asociaciones Familiares (UNAF) publica un documento de reflexiones sobre el fenómeno del envejecimiento demográfico en el contexto familiar actual que evidencia la situación de debate social y profesional en torno a la transformación del modelo de cuidados, y la necesidad de incorporar a las personas mayores como elementos activos del sistema familiar.

En esta línea, UNAF reivindica el envejecimiento no solo como un proceso personal sino también como un acontecimiento familiar que precisa de apoyos. En su opinión, “las personas mayores reconocen a la familia como el entorno que les garantiza bienestar emocional, apoyo, contención y cuidado más allá del proyecto de vida personal”, aunque “las familias en ocasiones no pueden gestionar esas demandas en las que también se reconocen”. Se trata, por tanto, de avanzar hacia un modelo de cuidado que logre proporcionar apoyo “a las personas mayores en la expresión y gestión de su proyecto de vida, en el que la familia tiene un papel central”.

 Contenidos. Las reflexiones que reúne este documento se agrupan en cuatro grandes ejes.

  • En primer lugar, aborda la situación del envejecimiento y su gestión en el seno de las familias. Al análisis se incorporan dos claves de enfoque: por una parte, la heterogeneidad como característica del colectivo de personas mayores, pero también de las familias; y, por otra parte, el dinamismo, como elemento inherente a la evolución sociohistórica de algunos conceptos (pese a la tendencia a la percepción estática de estos): vejez, envejecimiento, familia o cuidados, son un ejemplo de estos.

Concebido en la actualidad como un fenómeno con muchas facetas, el envejecimiento se plantea como un proceso individual que conjuga elementos físicos, socioculturales, económicos y psicológicos. Su concepción difiere, por tanto, de un proceso involutivo o de aquellas primeras definiciones de la vejez como enfermedad, e incorpora la relevancia del contexto social como un elemento determinante del desarrollo en la edad adulta.

En la actualidad, el significado de qué y cómo ser mayor, qué esperar del proceso de envejecimiento se construye socialmente en un contexto en el que conviven tres generaciones (personas nacidas en el primer tercio del siglo XX; personas nacidas durante la Guerra Civil y la posguerra; y un tercer gran grupo de personas mayores que integran la generación Boomer) que comparten ciertas percepciones y expectativas pero que difieren en otras.

El aumento de esperanza de vida al nacer y el incremento de esta una vez superados los 65 años plantea, asimismo, repercusiones en la provisión de servicios tanto de apoyo personal como de atención a situaciones de dependencia, en especial cuando las personas -proporcionalmente más mujeres- se ven afectadas por situaciones de dependencia funcional que demandan cuidados sociosanitarios y asistencia para el desarrollo de las actividades de la vida cotidiana. Esto es: apoyos de larga duración ligados a la pérdida de autonomía.

Este documento de reflexiones defiende la vivencia personal de cada experiencia de la vejez ya que, aunque todas las personas mayores comparten elementos en común (interseccionalidad de género, edad, etc.), estas conjugan a su vez y de forma particular diferentes aspectos internos y externos que conforman las experiencias personales de cada uno/a de ellos/as a lo largo de su proyecto vital.

En lo que se refiere al marco de los sistemas familiares, la posición de las personas mayores se define desde la complejidad, a veces como sujetos de cuidado, pero también como proveedoras de cuidados, proveedoras de sostén económico en la crianza y cuidado de nietos/as o en el desarrollo de una importante labor de mediación y transmisión cultural. Sin embargo, pese a su centralidad en los sistemas familiares, las personas mayores habitualmente no son contempladas en la intervención familiar hasta que las necesidades de apoyo directo y cuidado no se convierten en una fuente de dificultades para el funcionamiento del sistema; es decir, permanecen invisibles en sus aportaciones hasta que se convierten en una carga. Hasta hace dos o tres generaciones, estas personas mayores habrían sido sujetos de cuidados debidos en el ámbito estrictamente familiar, durante no mucho tiempo, dado que la esperanza de vida era más reducida y se envejecía en peor estado de salud, pero esta situación ha comenzado a cambiar.

Actualmente coexisten personas mayores con expectativas de cuidado cercanas al modelo tradicional y otras con expectativas de envejecer de forma autónoma e independiente y la voluntad de tomar las decisiones necesarias en caso de pérdida de autonomía -al no considerar a la familia una fuente de ayuda-. En paralelo, desde el punto de vista de las familias, el modelo de cuidado tradicional no constituye una solución, al tiempo que los recursos públicos y privados desempeñan cada vez más un importante papel -aunque en ningún caso puedan sustituir al apoyo familiar-.

  • El segundo bloque de reflexiones profundiza en cómo ayudar y acompañar a las personas mayores en el desarrollo de sus proyectos vitales atendiendo a su entorno familiar, así como las respuestas institucionales públicas y privadas ante el reto del envejecimiento. Para ello, se enumeran algunos aspectos que intervienen en la realidad de las personas mayores y conforman su imaginario.

Entre estos destacan la condición de beneficiarios/as de recursos, que lleva a las personas mayores que nacieron en los años 30 del pasado siglo XX a plantearse el deseo de ser cuidadas por sus hijas en el entorno familiar, del mismo modo que ellas hicieron con sus progenitores/as, y con dificultades para comprometer su patrimonio personal en la respuesta a sus necesidades de cuidados -ya que esperan que sea la familia y las instituciones, en menor medida, las que se hagan cargo de ellas-. Los/as hijos/as de estos/as, en su propio proceso de envejecimiento se plantean la expectativa de permanecer en el domicilio propio atendidos por (de nuevo) las mujeres de su familia, aunque no demandan exclusivamente la atención directa y están abiertos a otras fórmulas como los servicios de apoyo y la asistencia personal de terceros proporcionada por los poderes públicos y de la que se sienten sujetos de derecho como contribuyentes o servicios privados que esperan poder costear con sus ingresos y, en menor medida, su patrimonio. En estos casos, la atención residencial es percibida como algo inevitable en situaciones de gran dependencia, por la falta de disponibilidad de sus familiares y los requerimientos del cuidado, pero la percepción de este tipo de servicios no es buena, ni por las experiencias previas con sus familiares, ni por la valoración de la calidad del servicio.

El progresivo empoderamiento que algunas personas mayores demuestran en su proceso de envejecimiento (más proclives al desarrollo de un proyecto de vida propio), así como su conciencia del papel central en el apoyo en la crianza, y también, su condición de soporte económico en situaciones de crisis, evidencia cambios en los roles que poco a poco comportan una redefinición del papel de las personas mayores en los sistemas familiares, así como la relación entre padres y madres con sus hijos/as adultos/as.

Frente a estos cambios, la cultura del cuidado familiar evoluciona de forma lenta y, como elemento ideológico de los sistemas familiares, muestra resistencia al cambio. Las reflexiones que articulan el documento reconocen que desde el punto de vista institucional y de los poderes públicos, el abordaje del reto del envejecimiento se ha realizado a través de la promoción del envejecimiento activo y saludable, la creación y financiación de recursos de apoyo al cuidado y la producción legislativa. Estos recursos han pasado de ser públicos a girar en torno a la colaboración público-privada, fundamentalmente por las dificultades para desarrollar una financiación únicamente pública y también por la creciente importancia de la actividad económica que generan las necesidades de apoyo y el desarrollo de las políticas públicas.

En consecuencia, la intensidad del envejecimiento demográfico implica oportunidades de negocio para el sector privado. Las necesidades de cuidados de larga duración relacionados con la dependencia, que no pueden ser cubiertas por las familias y necesitan apoyo especializado/ profesional van a crecer exponencialmente. Este desafío exige repensar el modelo sociosanitario, el empeño de grandes recursos económicos y el desarrollo futuro del actual esquema mixto de financiación -en el que la valoración, la redacción del PIA, Proyecto Individual de Atención, y el seguimiento de la dependencia son públicos, y la provisión de los servicios es fundamentalmente privada-.

El documento se refiere así a la aparición de un nuevo paradigma con el que se busca una mayor horizontalidad desde una lógica colaborativa e igualitaria: la sociedad de los cuidados y la propuesta, desde el ámbito de la política y las instituciones, de la Agenda 2030, en respuesta al colapso del modelo exclusivamente sociosanitario fundamentado en la lógica de la prestación, que contempla a las personas mayores como usuarias y consumidoras de prestaciones, y a la imposibilidad de los sistemas familiares para gestionar las demandas del cuidado en solitario. Para algunos/as autores/as, el cambio de modelo de cuidados implica modificar radicalmente la prestación de estos a través de reconocer el trabajo del cuidado, reducir este cuando implica un perjuicio para la salud y redistribuir el cuidado en la sociedad en su conjunto (no solo con el reparto equitativo en el interior de los hogares).

  • El tercer eje de reflexiones se articula en torno a la gestión del envejecimiento y las necesidades concretas que presentan individuos y familias, junto con la mediación intergeneracional como un espacio de negociación necesaria y una herramienta metodológica para llevar a cabo el cambio de paradigma.

Personas mayores y el envejecimiento se han convertido en un elemento externo a la dinámica familiar hasta que dependen del apoyo de sus familias. De este modo para la intervención social las personas mayores no forman parte de las familias más que desde la lógica del cuidado, y la intervención se orienta a la prestación como solución a las dificultades que provoca el apoyo/cuidado de las personas mayores en la actividad primordial de las familias: la crianza. En este sentido, las reflexiones del documento alertan sobre los riesgos de la cosificación del cuidado como tarea, que impide a las nuevas generaciones el aprendizaje en valores sociales fundamentales derivados de la práctica del cuidado como actividad y como espacio de relación -y de derechos, no solo de obligaciones-. En definitiva, se trata de que el cuidado igualitario para hombres y mujeres y transversalmente adaptado a todos los subsistemas familiares, forme parte del proyecto de vida de las personas que cuidan y de las personas que reciben ayuda. Porque las personas nacidas entre mediados y finales de los años 50 y mediados de los 70 del siglo XX -el grueso de la generación Boomer, y que incluye a la generación X-, no pueden ni quieren cuidar (ni ser cuidados en el futuro) en el modelo en que sus madres y sus abuelas lo hicieron, pero eso no significa que renuncien a cuidar.

El cuidado de personas adultas tensiona los sistemas familiares hasta el punto de que la gran mayoría de las situaciones de abusos, malos tratos, negligencia y violencia ejercida sobre las personas mayores se producen en el ámbito del cuidado, tanto profesional como familiar. En estas circunstancias, la mediación se presenta como una herramienta para poner de acuerdo los intereses de las personas mayores con los de su familia en la planificación, toma de decisiones y la gestión de conflictos que puedan aparecer en un entorno cambiante como es el cuidado familiar, ayudando a las personas mayores a formular sus propios objetivos y adaptando los recursos a la consecución de estos.

  • Por último, el cuarto eje de reflexiones explora herramientas técnicas de ayuda a las/los profesionales de la intervención social a la hora de realizar el acompañamiento de personas y familias (intervenciones individuales, familiares o grupales), junto con una reflexión sobre el papel de los recursos en un nuevo paradigma.

Las formas del cuidado tradicional se han adaptado a la vida urbana: la progresiva difuminación de las familias extensas, el predominio de la familia nuclear centrada en la producción y la crianza y, como consecuencia de esto, la progresiva pérdida de lugar y estatus de las personas mayores en familias y sociedad (origen del edadismo actual) han dado lugar, sobre todo a partir de los años 80/90 del siglo XX, a lo que se conoce como crisis del cuidado familiar. En este escenario, la sociedad, el estado, cada vez se ha ido haciendo más presente como proveedor de servicios complementarios al cuidado que las familias realizan. El desarrollo de la Ley de han consolidado que los apoyos pasen de ser una medida graciable a un derecho otorgado en función de la valoración revisable de necesidades y apoyos. No obstante, el desajuste entre la puesta en práctica de las propuestas de la ley (por las dificultades de financiación, fundamentalmente) y las demandas y necesidades de familias y personas mayores han llevado a una segunda crisis de los cuidados en la que ya no solo las familias están comprometidas, sino también la propia sociedad, incapaz de absorber la demanda de apoyo.

La iniciativa privada, mucho más ágil y también mucho más desigual, ha cubierto en parte la demanda. Así, las familias han tratado de conciliar las necesidades (no solo materiales sino también simbólicas) acudiendo a la iniciativa privada a través de la economía informal: los cuidados se transfieren de las mujeres de las familias a mujeres inmigrantes, en su mayoría en situación de precariedad económica y, no lo olvidemos, carentes de capacitación profesional.

La falta de apoyo económico a las familias para sostener la contratación directa de asistentes personales con criterios de calidad y la progresiva regularización de este tipo de trabajo, han colapsado el sistema informal y provocado una intensificación de este fenómeno de crisis.

Por ello, a futuro, es previsible que la previsión de necesidades y servicios para las personas mayores del futuro necesiten cada vez más del diálogo y los pactos intergeneracionales de familias, en muchos casos extensas y complejas. El objetivo: apoyar el desarrollo de los proyectos de vida de las personas mayores que contemple los deseos y necesidades de estas y sirva de espacio de encuentro con su entorno familiar y, en el caso de las familias, ayudándolas a cumplir con la responsabilidad del cuidado de una manera igualitaria, saludable y satisfactoria desde el respeto a las necesidades y deseos de las personas mayores.

Conclusiones

  • Esta publicación contiene una revisión de los diversos modelos de cuidado familiar desarrollados en la sociedad desde comienzos del pasado siglo hasta la actualidad. Este paseo diacrónico por las diversas formas que en nuestra cultura ha organizado y llevado a cabo el cuidado desde una perspectiva socio-antropológica facilita la revisión de algunos mitos en torno al cuidado familiar como fenómeno estático en el tiempo. Porque el cuidado en nuestra sociedad ha evolucionado a la par que la propia sociedad, ya que no es más que una de las estrategias de los sistemas familiares para cumplir con sus funciones.
  • Actualmente, en nuestra sociedad conviven al menos dos generaciones de personas mayores que muestran diferencias entre ellas, tanto en la gestión de su proyecto de vida, como en su imaginario sobre la vejez, en la expresión de sus necesidades y su discurso sobre el cuidado.
  • El cuidado es un espacio relacional de primer orden entre generaciones y no solo compete a padres y madres e hijos e hijas -en el eje parental-filial-, sino al conjunto de la familia.
  • El gran reto respecto del envejecimiento es, por un lado, colocar a las personas mayores en el centro de la dinámica familiar, pero no desde un modelo tradicional sino desde la revisión crítica del modelo de cuidado, y avanzar hacia una gestión del envejecimiento desde un lugar que integre las necesidades de personas mayores y familias extensas.
  • Por último, se ha de trabajar para promover que el cuidado sea contemplado por las familias como un evento común del sistema familiar, más allá de los diferentes proyectos de vida y de los roles de género que supone, en primer lugar, para lograr crear espacios seguros para prevenir los malos tratos y la violencia de género y, en segundo lugar, para colocar la piedra angular de la Sociedad de los Cuidados, cuyo desarrollo supone más que la creación de un marco legislativo, un cambio social.

Si desea ampliar esta información, consulte la publicación 'Envejecimiento y cuidados en el entorno familiar. Reflexiones sobre el envejecimiento que viene' (2022), publicado por la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF).