El Club de los Cuentistas goza de una salud estupenda. Pese a que a la sesión del 13 de mayo faltaron algunas de las voces habituales, hubo una nueva incorporación y durante casi una hora y cuarto pudimos disfrutar de muchos relatos magníficos, para todos los gustos.

FÉLIX rompió una vez más el hielo con una historia en la que tienen cabida una copia de la Gioconda, mecanismos ocultos, el Museo del Louvre y -no podía faltar- un candado: el leit motiv de la contada.

MANUEL comenzó informando de que le habían regalado un perro (“can dado”), sufrido, baqueteado por la vida y de nombre Toby, y lo paseó por tierras holandesas, muy orgulloso de él.

SERGIO situó su historia en el Medievo, con una mujer a la que su marido – por el que tiene un “respeto reverencial”- pone un cinturón de castidad antes de partir a las Cruzadas. Eran otros tiempos.

ANABEL R. nos contó cómo la mujer de Molina recurrió a la güija para contactar con su marido muerto, hasta que se hartó de él –“un gilipollas”- por lo lento y pesado que era comunicándose por ese medio.

REBECA se estrenó en el Club leyendo un cuento de Jorge Bucay en el que un reloj parado se convierte en metáfora de muchas vidas: su armonía con el mundo dura dos instantes cada día. Tenéis el vídeo completo de este cuento en el vídeo de abajo.

IÑIGO nos trajo un cuento de Amalia Flores, sobre un candado que se abre sin llaves: una mujer que no puede evitar que le salgan alas de mariposa, y que lo deja todo para ir en busca del amor.

NYANGA nos transportó a Arlés y nos desveló cómo en medio de su enfermedad y casi sin un hueco en el mundo, Vincent Van Gogh logró pintar algo tan bello como “La habitación de Arlés”.

La próxima sesión será sobre cuentos de menos de un minuto. Es la ocasión ideal para que quien quiera se anime a contar uno, dos, tres… ¡Nos vemos!

La crónica de hoy la ha escrito AURELIO.

Las fotos, el montaje fotográfico y el vídeo son obra de TXEMA GARCÍA.