Planificar el futuro para para una mejor calidad de vida

Fecha de publicación: 

Equipo de Coordinación Sociosanitaria.

Imagen de archivo

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La Fundación Once ha elaborado un informe que ofrece claves para responder al desafío que plantea el envejecimiento y el aumento de la esperanza de vida, e incide en la importancia de planificar y preparar los últimos años de vida para vivirlos con calidad.

El informe parte de la idea de que la edad, es uno de los factores de mayor importancia para organizar la vida de las personas, definiéndose cultural y socialmente, la edad para el desarrollo de diferentes etapas vitales, por ejemplo, la edad para estudiar, para trabajar o para jubilarse. En otras ocasiones, son los dictámenes legales los que determinan la organización de ciertas acciones en base a la edad, por ejemplo, la edad para el acceso a determinados servicios o prestaciones (por ejemplo, la edad para jubilarse).

Siendo así la organización en las primeras etapas de vida, con el paso de los años, sin embargo, la planificación de la vida se debilita y la previsión hacia la vivencia de la última etapa de vida, disminuye.

Según el informe, 'la mayoría de las personas o no planifican, o planifican deficientemente, la última etapa de su vida porque son incapaces de organizarse en un entorno de incertidumbre y/o porque sufren bloqueos psicológicos o sociales como consecuencia de su educación y entorno'. Esta falta de planificación puede explicarse por incertidumbre que acompaña al advenimiento de la muerte, lo que dificulta una planificación madura de los últimos años de vida de la persona; además de otras barreras culturales y convencionalismos sociales que merman esta planificación.

Este hecho, no sólo conduce a una falta de previsión futura, sino que también lleva a contemplar la vida en base a los años vividos (pasado), restando potencial a los años que quedan por vivir. Tal y como se recoge en el informe 'La paradoja es que ahora la vejez es una etapa desaprovechada cuando tiene más potencial y más oportunidades, que nunca tuvo en el pasado'.

El aumento de la esperanza de vida conlleva la ampliación de los años vividos y con ella, la transformación del modo en que se experimenta cada etapa vital. Así, ha sucedido, por ejemplo, con la extensión de la juventud o de la maternidad y también sucede con la vejez.

Tal y como se cita en el informe 'La mayor longevidad significa un alargamiento de la vejez y la vivencia de una vejez en mejores condiciones físicas y mentales. Las personas mayores son más (más personas llegan a la vejez), empiezan a ser viejos más tarde, pero lo son durante más años. Y disfrutan de mejor salud durante más tiempo'.

Sin embargo, esta prolongación de la vejez no se ha acompañado de una previsión ni de una organización dirigida a vivir con plenitud esta etapa ni de una cierta preparación o anticipación a la muerte.

Planificar la última etapa vital pasa por cuestionarse aspectos concretos relacionados con los hábitos de vida (alimentación saludable, ejercicio físico, economía) y, con la previsión y/o decisión sobre aspectos sobrevenidos de forma imprevista (previsión en caso de discapacidad o muerte), que contribuyen a minimizar las incertezas y que propician cierta seguridad vital. Se trata, en definitiva, de gestionar la incertidumbre sobre las condiciones de vida de la última etapa vital y sobre la muerte, para reducir el impacto de estos factores y afrontar este periodo con calidad.

Sin embargo, esta labor de anticipación y planificación no es exclusiva de cada individuo particular, sino que, es un desafío que afecta al conjunto de la sociedad y por ello, debe producirse una concienciación a gran escala, implicando a administraciones públicas, a los sectores productivos y a la ciudadanía en general. En palabras de los autores del informe, 'Los avances organizativos y tecnológicos que han permitido un incremento constante en la longevidad deberían incluir con urgencia la gestión de una vejez saludable, de una vivencia plena de la última etapa de la vida, y de una madurez responsable en la aceptación y previsión de la muerte. Sin duda una asignatura pendiente de nuestra sociedad que ha conseguido 'más vida' y que tiene ahora el reto de transformar este 'más vida' en 'mejor vida''.

Esta transformación para ser efectiva requiere de corresponsabilidad por parte de todos los sectores de la sociedad, empezando por la toma de conciencia de la ciudadanía, en su papel de gestores de una etapa de vida prolongada en la que deberán tomar decisiones importantes relativas al deterioro, la pérdida de autonomía o la aparición de situaciones de vulnerabilidad. La anticipación de estas situaciones y la preparación a la muerte determinará en gran medida, un mayor bienestar futuro.

También adquieren gran importancia las administraciones en su función de proveedoras de servicios públicos estrechamente ligados al envejecimiento, como son los servicios sanitarios, los servicios sociales o las pensiones; el tejido asociativo y el sector privado con su influencia en ámbitos como la prevención de la salud, la espiritualidad o el ahorro; así como, las empresas como generadoras de innovación en el campo del envejecimiento.

La cultura de la planificación y de la preparación de los últimos años de vida implica como se ha señalado, importantes cambios, pero también ofrece numerosos beneficios. Por un lado, los cambios económicos y financieros se orientan a impulsar una cultura del ahorro, lo que permite disponer de recursos para disfrutar durante la vejez y seguridad. Por otro lado, los cambios en la salud y la prevención o anticipación de determinadas conductas contribuyen un mayor bienestar físico y emocional durante la última etapa de vida, reduciendo la necesidad de recursos del sistema sanitario. Po último, la preparación hacia la vejez y en concreto, la preparación a la muerte puede reducir los miedos vinculados a la misma.

Finalmente, el informe recoge una serie de recomendaciones orientadas a proporcionar claves para el abordaje del envejecimiento en las políticas públicas, desde el ámbito financiero, sanitario y de la preparación para el final de la vida. Entre estas se pueden destacar el fomento del ahorro como completo a la jubilación, la prevención como mecanismo para la mejora de la calidad de vida, el refuerzo de la atención primaria y la coordinación sociosanitaria, o el empoderamiento de las personas mayores.

Si desea ampliar esta información, puede acceder al informe 'La planificación de la última etapa de la vida. Claves para afrontar el envejecimiento y el aumento de la esperanza de vida' (Fundación ONCE, 2021) a través del siguiente link.