Sanagustin Kulturgunea, el éxito de hacer protagonistas del proyecto a los agentes culturales

  • Sanagustin Kulturgunea, el éxito de hacer protagonistas del proyecto a los agentes culturales
    Xabier Aranbarri
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En Azpeitia existe una nueva forma de trabajar en el ámbito cultural. Una forma abierta, donde los agentes culturales intervienen de forma directa. Un buen ejemplo de ello es el Centro de Cultura Sanagustin, que está funcionando con éxito. Hemos hablado con Xabier Aranbarri y Kepa Urbieta, de la cooperativa KulturAZ, herramienta mediante la cual se promueve el proyecto.

Han pasado más de diez años desde que se puso en marcha la iniciativa para poner la oferta cultural en manos de los agentes locales, mediante la Mesa de Cultura de Azpeitia. ¿Cómo se ha vivido el proceso en el municipio?

Esta andadura comenzó en 1998. El año en que se creó la Coordinadora cultural Uztarria. Se estructuraba sobre tres ejes principales: la comunicación, el euskera y la cultura. Se formó un grupo de trabajo por cada eje. En cuanto al ámbito cultural, en 2006 se tomó la decisión de crear la Mesa de Cultura de Azpeitia, equipo que reuniría a todos los grupos culturales del municipio, particulares aficionados a la cultura y representantes del Ayuntamiento. Se creó, principalmente, con el objetivo de analizar la situación cultural de Azpeitia y reflexionar sobre ella. Fue a partir de 2009, año en el que se contrató un técnico para poder llevar a cabo los proyectos de la Mesa de Cultura, cuando se dieron los demás avances; por ejemplo, la creación de la cooperativa de cultura.

Uno de los temas que surgió en la Mesa de Cultura fue la falta de infraestructuras. En Azpeitia estuvimos unos 6-7 años sin ningún aula de cultura (había dos, pero en el intervalo de unos pocos años ambas fueron derruidas). Estábamos reflexionando sobre ese tema, pensando en cómo debería de ser la nueva aula, qué usos debería de tener... cuando supimos que el Ayuntamiento estaba habilitando la antigua iglesia de San Agustín para destinarla a usos culturales. Entonces fue cuando estrechamos las relaciones con el Ayuntamiento, sobre todo con el objetivo de decidir qué características debía de tener el local. Tuvimos algunas diferencias al principio, pero conseguimos llegar a un acuerdo. Después, cuando el Ayuntamiento notificó su intención de convocar un concurso público, decidimos presentar una propuesta elaborada en la Mesa de Cultura. Para ello, necesitábamos tener una estructura empresarial, y decidimos crear una cooperativa sin ánimo de lucro. Finalmente, ganamos el concurso.

En la Mesa de Cultura teníamos muy claro que un lugar gestionado por personas locales aficionadas a la cultura ayudaría a reforzar la cohesión entre agentes locales. Siendo así, llevamos el proyecto más allá de los grupos culturales y lo compartimos con todos los agentes. Eso otorgó al proyecto un carácter más abierto, y conseguimos motivar a la gente y promover así su implicación. Recibimos una buena respuesta, en general. Prueba de ello fue el gran número de ofertas que recibimos por parte de todos los agentes en los meses siguientes. Desde entonces, esa conexión y cohesión se ha ido reforzando cada vez más.

Como habéis dicho, en el 2011 creasteis KulturAZ, la cooperativa de cultura de Azpeitia. ¿Cuáles eran vuestros principales objetivos?

Los objetivos principales eran convertirnos en el punto de encuentro entre el euskera y los agentes sociales y, cómo no, promover la cultura en euskera de un modo integral. Y lo siguen siendo. Para ello, además de dinamizar y coordinar la participación y la colaboración, hemos ido desarrollando proyectos de cara a reforzar la cultura en euskera, las expresiones culturales realizadas en euskera.

¿A la hora de promover proyectos concretos –por ejemplo, el de Sanagustin–, tomasteis como referencia otros modelos parecidos?

Teníamos claro que debíamos apostar por un modelo propio. Queríamos conseguir un lugar que los agentes culturales y sociales sintieran como propio, teniendo como base el equilibrio entre la colaboración y la participación.

Analizamos otros modelos, por supuesto, y también estuvimos en contacto con ellos. Creemos que el más cercano a nuestro proyecto podría ser Plateruena. Estuvimos con ellos, para informarnos sobre cuál había sido su evolución.

Desde el principio conseguisteis que el proyecto fuera viable, pero ¿cuáles han sido los principales obstáculos durante estos años?

La viabilidad se consigue mediante el trabajo diario, la viabilidad se ve muy bien sobre el papel, pero la realidad suele ser otra. Nuestras bases son la autonomía  (autofinanciación) y la colaboración. Hemos tenido dificultades a la hora de tratar tanto una como la otra. Y las seguimos teniendo.

Nuestro nivel de autofinanciación está al 85 %, más o menos. En estos seis años, año a año, el proyecto ha conseguido un crecimiento del 15-20 %. En el año 2015 se realizó un estudio de cultumetría y, según su resultado, ese crecimiento no lo propiciamos nosotros mismos, sino que fue promovido por los agentes y con los agentes. Conseguir ese nivel de autofinanciación y desarrollar la dinamización de los diferentes agentes sociales no es fácil con nuestra estructura actual. Por otro lado, con nuestro modelo de proyecto hemos tenido dificultades de comprensión y localización a la hora de colaborar con las diferentes administraciones (por suerte, eso ha ido mejorando con los años). Han sido años difíciles, como todos los comienzos, pero, como hemos dicho, el trabajo y la conexión que tenemos con la sociedad hacen que esto sea viable.

¿Cuáles son las ventajas de este tipo de gestión? ¿Veis alguna desventaja?

Los agentes culturales y sociales son los claros protagonistas y nuestra programación se basa en la colaboración y la participación. Eso nos ha llevado, sin duda, a conseguir lo que hemos conseguido, en un municipio de 14 mil personas. Además de la programación, hemos desarrollado algunos proyectos que tienen el objetivo de promover la creatividad y la transmisión: El denominado Arkupehotsak, residencias de creatividad, el bono cultura... En 10-12 años. Los consideramos imprescindibles, tanto desde el punto de vista cultural como de cara a sensibilizar, promover el consumo de cultura, reforzar los diferentes ámbitos... para el desarrollo integral de la cultura. Y eso también trae como resultado la participación e implicación. Esas son, sin duda, las ventajas principales.

Pero todo eso está dentro de un proceso que requiere un gran trabajo. Muchas horas de dedicación y mucho mimo. En dos palabras, una buena estructura. Hemos mencionado que el trabajo de la cooperativa ha aumentado. También hemos aumentado nuestra estructura, en la medida de nuestras posibilidades, pero no al mismo ritmo. El desequilibrio que eso nos crea y las dificultades que tenemos a la hora de localizar el proyecto en las administraciones nos hace tener nuestros altibajos.

Para darle la vuelta a eso, hemos emprendido una fase importante dentro de la cooperativa, con la intención de socializar y reforzar aun más la cooperativa y el proyecto.  Hemos agrandado la cooperativa, introduciendo de alguna manera a los agentes sociales, para darles la opción de participar en la toma de decisiones, buscando la opinión crítica y facilitando la colaboración y la participación. Este modelo es el que queremos mantener en adelante.

¿Cómo se programa la amplia oferta cultural del aula Sanagustin? ¿Qué mecanismos se ponen en marcha para establecer el programa de actividades?

El mismo proyecto tiene establecidos unos principios de programación. El equilibrio entre las disciplinas culturales y la oferta para todos los públicos, entre semana y los fines de semana. Siempre con el objetivo de promover la cultura en euskera. Tenemos un equipo de trabajo de programación y estamos abiertos a todo tipo de propuestas. A decir verdad, el 80 % de lo que organizamos es a petición de los agentes. Los últimos tres años hemos colaborado con el Ayuntamiento de Azpeitia, y tenemos en marcha un proyecto llamado Egutegi Bateratua. Establecimos unos criterios desde el punto de vista local, teniendo en cuenta los equilibrios mencionados.

Por ejemplo, en 2016 organizamos 180 eventos. La cooperativa promovió el 13 %, y el resto, el grupo de La Mesa de Cultura (26 %) y los demás agentes. En cuanto al origen, el 89 % de los eventos son de productores y productoras de Euskal Herria, y el 93 %, en euskera. En cuanto a las disciplinas, en cambio, un 30 % fueron eventos musicales, un 31 % escénicos y el 39 % restante de otros tipos. En total, tuvimos 35.263 espectadores en los 180 eventos. 200 personas por cada uno, de media. En el 2017 el crecimiento sigue la misma línea. En el primer semestre se han organizado 180 eventos y hemos reunido a 24.256 personas.

¿Creéis que el vuestro es un modelo que se puede exportar?

Tenemos que tener en cuenta que la casuística es amplia. En un principio se puede exportar, sin duda. El nuestro es un proyecto construido de abajo a arriba, a nivel individual, pasando por los grupos de agentes hasta llegar a las administraciones. Puede que sean palabras muy trilladas, pero hablamos de solidaridad, unión, alianza... de estar juntos, trabajar juntos.

Pero al principio es fundamental otorgar la fuerza, el poder de decisión y el protagonismo a los agentes. Y eso, por ejemplo, es totalmente exportable. Luego cada municipio tiene su propia situación y sus recursos. Y debería seguir trabajando teniendo muy presente esa realidad.

¿Cuál es la valoración del trabajo realizado hasta ahora y cuáles son las expectativas?

Han pasado seis años desde que creamos la cooperativa. Hemos tenido momentos muy duros y muy dulces. Pero la valoración es positiva. Es un trabajo muy bonito, de mucha actividad. Tratamos de combinar las ofertas locales y a nivel de Euskal Herria. Y tenemos cada vez más oportunidades de traer ofertas de otros países.

Queremos seguir trabajando en ese sentido. Eso nos exige reforzar nuestra estructura y buscar más colaboraciones; ese es nuestro reto, sobre todo el refuerzo de las relaciones con las distintas administraciones. Nuestra herramienta es la cultura creada en euskera, y queremos que lo siga siendo. Queremos poner nuestro granito de arena para que la salud de la cultura en euskera mejore, porque vemos que tiene mucho que mejorar.